sábado, 6 de agosto de 2011

Aqui en la montaña somos así, favor que nos hacen, favor que regresamos

X. En la montaña somos así, favor que nos hacen, favor que regresamos
Juan Carlos Santa Cruz C.
Nindirí , 5 de agosto, 2011
La vida en las montañas de Centroamérica transcurre casi siempre entre las limitaciones económicas y la inseguridad ciudadana. El presente relato  es apenas un modesto ejemplo en el que se entrelazan la pobreza, las migraciones y la violencia como un mecanismo nefasto de resolver conflictos.
Nos ubicamos en el norte de Nicaragua,  específicamente en las montañas de Zinica, por el lado del municipio de Waslala. En las inmediaciones de esa montaña , Ramón y Eva,  dos campesinos casi adolescentes se unieron en pareja, y como carecían de vivienda se quedaron a vivir en la casa de los padres de Ramón.
Los padres de Eva vivían aún más modestamente que los papás de Ramón, así que aceptaron la invitación y se quedaron a vivir mientras conseguían una vivienda.
El tiempo transcurrió, los hijos vinieron y finalmente cumplieron diez años viviendo con los padres de Ramón.
La vida era dura, Ramón como machetero recorría a pie grandes distancias haciendo trabajitos pequeños de uno o dos días. Cuando lo entrevisté me comentaba que en los últimos tres meses había hecho trabajos en las comunidades de Yaró Central, la Pozolera, en el Naranjo, los potrerillos, el Corozal y hasta en Caño los Martinez. Lo más dramático era que apenas le daba para medio comer.
En el hogar las cosas no funcionaban bien por las constantes discusiones entre Eva y la mamá de Ramón. Esas discusiones casi siempre tenían que ver con la conducta de los niños y la forma en que la mamá de Ramón reaccionaba. Eran dos varones y dos niñas de tres, cuatro y seis años. Las niñas eran gemelas, y eran las de seis años.
Cuando la situación estaba más tensa en las relaciones familiares, Ramón trajo la noticia de que cuatro amigos de Yaró Central habían hecho contacto con otro amigo que antiguamente vivió en la región, que estaba dispuesto a buscarles una vida nueva. Eva le preguntó a Ramón en que consistía ese ofrecimiento, por lo que Ramón le respondía que no sabía exactamente, sólo que había que viajar, quizás podría ser un trabajo en barco, pero hay que esperar decía Ramón.
Al día siguiente todo quedó claro, la persona del mensaje de la vida nueva se dedicaba a trasladar gente indocumentada hacia los Estados Unidos, es lo que se conoce como Coyotes.  En otras palabras viajar a Estados unidos de manera ilegal como “mojados” que le dicen.
La noticia los estremeció a todos, pero en realidad no tenían otras opciones y la miseria cada vez era mayor.
El Coyote cobraba cinco mil dólares y había que pagarle por adelantado. En realidad eran dos mil quinientos, pero Eva también viajaría. El problema era que no tenían el dinero, así que le solicitaron un crédito al coyote, y éste accedió, recordando que el mismo había viajado hasta México, escondido en medio de cientos de sacos de café. El acuerdo es que se lo pagarían en Estados Unidos, en cuanto tuvieran trabajo.
Ramón y Eva estaban preocupados por los niños, sobre todo Eva que no confiaba en la madre de Ramón, porque muchas veces, no les quería dar comida. Los padres de Eva vivían en humildes chozas en el interior de la montaña, un lugar que solo se podía llegar a pie, y con riesgos múltiples que iban desde serpientes hasta bandoleros rurales. Finalmente decidieron que se quedaran con los padres de Ramón.
Decían que en cuanto comenzaran a trabajar les enviarían dinero, pero no valoraban la forma en que lo harían  con unos padres ancianos, analfabetos en medio de la montaña.
Ramón y Eva tenían planeado trabajar un tiempo, recoger cierto dinero y regresar por los hijos. También tenían presente el pago al Coyote de los cinco mil dólares.
Finalmente llegó el día y Ramón y Eva partieron  en busca de un nuevo futuro, con iguales expectativas de los miles y miles de migrantes de nuestra América. No sabían cual era su destino final, sólo que se dirigían hacia los Estados Unidos.
Después de mil peripecias lograron ingresar clandestinamente   a los Estados Unidos. El ser indocumentado en los Estados Unidos es bastante grave, así que Ramón estaba consciente de ese riesgo.
A los dos meses a Eva la contrataron para trabajar de cocinera en una empresa de construcción por el lapso de dos meses. Al tercer mes vino otro contingente de trabajadores y Eva fue trasladada a otro campamento un poco más aislado.
No había transcurrido una semana de trabajo cuando entre otro cocinero y un capataz la violaron toda una noche, y le daban de beber a la fuerza por si los querían acusar ellos tendrían su favor su estado de ebriedad.
En la mañana el capataz se lo advirtió, poniéndole un cuchillo en la mejilla, que si decía algo, la denunciaría a la migra de inmediato.  Eva lloraba en silencio y estaba convencida que la denunciarían a la migra. A cambio de su silencio el capataz siguió violándola por casi una semana.  Las cosas tocaron fin por disputas con el otro cocinero que le dijo al capataz que no quería problemas con la migra porque el también podría tener problemas, pero dada la intransigencia del capataz el cocinero se lo informó al gerente.
El Gerente de la Empresa, de nacionalidad norteamericana, trató el asunto con toda discreción,  le dio seguridad a Eva que no haría la denuncia para que no la perjudicara como indocumentada, le dio mil dólares y la sacó también discretamente del campamento.
Eva regresó a la habitación que compartía con Ramón y se lo contó todo, en el entendido que su esposo la apoyaría. Todo lo contrario, Ramón se puso como una fiera acusándola de haberse entregado en orgía con dos hombres por el miserable pago de mil dólares.
La situación entre ambos se volvió intolerable. El se negaba a tener relaciones sexuales con ella y en sus palabras “cuidado me pasa una enfermedad y termino pagando los platos rotos”.
Esos mil dólares Eva decía que se lo entregaran al coyote, pero Ramón se negaba tajantemente, porque era inmoral entregarle ese dinero sucio a alguien que había sido tan buena gente con ellos.
Eva lloraba desesperada y en medio del sufrimiento recordaba a sus pequeños niños, en manos de una señora mezquina como la madre de Ramón.
Ramón se sentía resentido con Eva y no compartía con ella nada del dinero que ganaba . Incluso en su misma casa, un sábado mientras compartía tragos con sus amigos tuvo la maldad de afirmar en no creía en eso de las violaciones a las mujeres en los trabajos,  y que más bien eran las mujeres que por conseguir un trabajo mejor o ganar más que se prestaban al juego y luego se hacían las santas.
Las afirmaciones de Ramón eran temerarias y tuvo que intervenir el pastor para que Eva no abandonara la casa. Días después sería la policía quien le salvaría cuando estaba a punto de ser violado. Ramón había sido detenido por estar cortejando a una obrera agrícola. Eso fue visto por el supervisor y lo reportó como asedio sexual , fue detenido  de inmediato y puesto en una celda con grupos delincuenciales tipo maras los que después de golpearlo brutalmente  lo hubieran violado si no hubiese intervenido la policía.
Dado que la agresión sufrida era superior a la importancia de la denuncia por la que estaba detenido, le dieron la libertad, no sin antes advertirlo de las consecuencias de cualquier reincidencia.
Eva estaba enterada de todo y fue ella quien pagó la fianza. Ramón no dijo nada, sólo se abrazó muy fuerte con Eva y lloró desconsoladamente. Hasta que  al final dijo, perdón, perdón, mil veces perdón por no haberte comprendido y haberte ofendido.
La  relación entre la pareja, se había estabilizado y tuvieron que mudarse para evitar la segura visita de la migra. Alquilaron un espacio un poco más pequeño, más caro, pero, según decían algo más seguro.
Ya había transcurrido un año de su partida y prácticamente no tenían información de sus hijos, y mucho menos que hubieran podido buscar el mecanismo de enviar dinero.
Aún seguían con  casi la totalidad de la deuda con el coyote, ya que el único abono fueron los mil dólares que hizo Eva.
Transcurrió un año más y la relación con el coyote se volvió insoportable. No encontraban la forma como pagarle y él no estaba dispuesto a esperarlos.  Ellos temían que los fuera a denunciar a la migra.
Las relaciones entre la pareja mejoraron sensiblemente  y a través de la iglesia evangélica que visitaban lograron obtener la residencia y poder trabajar con mayor libertad.
Una noche el coyote perdió la calma, les hizo un gran escándalo al extremo que tuvieron que intervenir unos amigos de Ramón porque el coyote estaba a punto de agredirlo físicamente. Finalizó diciendo que fuera como fuera le iban a tener que pagar hasta el último centavo, y que no se les olvidara que ya iban a tener noticias cuando y donde pagarlos. Ellos quedaron con la inquietud acerca de la amenaza.
Recogieron los cuatro mil dólares pero no lo pudieron entregar porque el coyote hacía más de seis meses que había desaparecido. Dado que tenían ese dinero ahorrado y el coyote no volvió, había otra prioridad que era establecer contacto con los hijos.
No había suficiente dinero para que viajaran los dos, así que se decidió que fuera Ramón ya que los papeles de Eva aun le faltaban un par de procedimientos para entregárselos.
Llegó el día de la partida, los dos se abrazaron con mucha emoción y entre llantos Ramón inició viaje de retorno.
En varios días Ramón llegó a su comunidad en el corazón de la montaña. Estaba desesperado por ver a sus hijos y sólo se imaginaba del tamaño que estarían, y todas esas cosas que forman parte de las ilusiones. Les llevaba regalos para cada uno, ropas, zapatos y hasta caramelos
Al llegar a la casa le llamó la atención que la puerta de enfrente estuviera cerrada. Solo estaba semi abierta la puerta de la cocina. Ahí encontró un remedo de lo que había sido su madre. Muy envejecida, muy pálida, delgadísima y con una tristeza inconmensurable.
La ancianita al ver a Ramón  estalló de alegría y llantos al mismo tiempo.  Tu papá falleció hace seis meses, Ramón, le dijo. Esa información paralizó a Ramón, por un momento, luego reaccionó, su madre le agregó un poco más de información sobre el deceso y de inmediato Ramón quiso saber dónde estaban sus hijos que nos los veía.
Aquí no viven desde hace cinco meses, desde que vino el sr. coyote con una carta tuya, que me la leyó en donde me pedías que los alistara que el señor coyote los trasladaría de Estados Unidos, tal como había hecho con Ramón y Eva.
A Ramón se le pasaron mil cosas por la cabeza. Recordó la deuda, recordó el incidente con el coyote y la advertencia de que ese dinero se lo iban a pagar hasta el último centavo.
Llantos de la madre y llantos y desesperación de parte de Ramón. Era una escena  dramática similar a la que viven diariamente los migrantes en toda América.
Ramón bebió agua y trató de saber lo que había ocurrido. Su mamá se lo relató con calma, diciendo que el señor coyote pasó por su casa el día de la vela del papá de Ramón y que muy gentilmente los ayudó con todos los gastos del sepelio.
Días después regresó con una carta en la que pedía –Ramón- que les alistara a los cuatro niños para viajar a los Estados Unidos, que el sr coyote se encargaría de todo, y que era una persona de total confianza, y que se había portado muy bien con ellos.
Al finalizar el relato de su madre, Ramón tenía claro que los niños habían sido secuestrados por el coyote, para saldar la deuda. Una información adicional de su mamá lo preocupó aún más, dado que le dijo que un matrimonio de gente rubia  y muy elegante le acompañaba al coyote cuando se vino a llevar a los niños, que por cierto viajaron en la camioneta de ellos.
Poco hacía Ramón dando parte a la policía. Lo único que atinó a hacer fue buscar a los familiares de sus amigos para confirmar la forma de localizar al coyote y saber si tenían algún mecanismo de comunicación con él.
Al menos logró la dirección en Estados Unidos de sus amigos y de inmediato emprendió el retorno.
Fueron momentos de gran tensión cuando confió la información a Eva. De inmediato comenzaron la búsqueda, pero en Estados Unidos no es fácil encontrar gente ,  particularmente ellos que no hablaban una gota de inglés, y con costo lograban escribir castellano.
Fue Eva que en esos primeros días de búsqueda le encontró de manera fortuita en su supermercado. Al principio quiso esquivarla, pero ella le advirtió que lo denunciaría a la seguridad interna. A los minutos se apareció Ramón, advertido por Eva.
El coyote tenía una versión diferente a la de la madre de Ramón. El decía que se comprometió al pago de los gastos del sepelio del papa de Ramón y que a cambio la mamá de Ramón le entregaba los niños para que los llevara a un internado porque ella no los podía mantener.
El coyote consideró que podían estar mejor en manos de gente que pudiera adoptarlos, darles un apellido, y educarlos, ya que de hecho eran niños desprotegidos. Eva creía más en la versión del coyote que en la mamá de Ramón lo que provocó un cierto disgusto entre ambos.
El coyote continuó con aspectos más referidos a la deuda. Recordarles-decía- que tienen una deuda sin saldar pero que ahora ha aumentado. El gasto del traslado de sus hijos a Estados Unidos es de cinco mil dólares, más los cuatro mil que me debían con los respectivos intereses son más o menos unos diez mil dólares. No quería tocar el tema pero del gasto del sepelio, que su madre me dijo que me arreglara con ustedes son unos 2 mil dólares, totalizando la deuda de ustedes doce mil dólares.
Una vez pagado los  doce mil dólares los puedo contactar con la familia que los adoptó que por cierto viven en el otro extremo de los Estados Unidos.
El coyote concluyó diciéndoles que como tenía varios casos pendientes de pago que había contratado una oficina especializada en cobros sería con ellos que se tendrían que entender en el futuro, porque él tenía su rutina por la via de México y había mucha gente que necesitaba sus servicios. De inmediato les entregó una tarjeta con los teléfonos de la oficina de cobros, y también  su nombre, que Ramón ni siquiera estaba seguro que fuera ese su verdadero apellido.
El coyote se retiró y dejó más dudas que al inicio. La más grande es que los señores norteamericanos ya habían adoptado a los niños y le habían puesto sus propios apellidos, en cambio ellos ni siquiera los habían registrado cuando nacieron, así que no tenían ningún documento de ellos, y mucho menos un papel que probara que fueran sus padres.
Ramón y Eva estaban entre la espada y la pared porque no tenían la más mínima posibilidad de recoger 12 mil dólares para pagarle al famoso coyote.
Denunciar el hecho en la policía complicaría las cosas en primer lugar porque no tenían el nombre de los señores que habrían adoptado a sus hijos, y segundo que ellos no tenían ningún papel que los acreditara como padres.
Ramón y Eva llevaron su problema ante el pastor y este los remitió a una oficina de apoyo  a migrantes ligada a la iglesia.
Cuando esta organización trató de verificar la autenticidad de los nombres que el coyote les entregó en su tarjeta descubrieron que ese nombre no aparecía en los registros de residentes ni nacionalizados norteamericanos.
No se contaba con el nombre y apellido de los niños ni de sus supuestos nuevos padres adoptivos.
Eva  decepcionada abandonó el trámite de las residencia y lo que menos estaba pensando era en seguir viviendo.
Cuando todo parecía perdido,  se encendió una luz de esperanza por el lado de la iglesia. La organización humanitaria había obtenido un video  en la oficina de cobros, del perfil del coyote.
De inmediato circularon esa información, ya transformada en fotografía por varias iglesias y en las iglesias de sus hermanos en Cristo en la frontera de México.  Ramón recordó que tenía un amigo que trabajaba en la policía de fronteras en México. Le llamó por teléfono y le envió la información con ayuda de la gente de la iglesia vía correo electrónico.
Su amigo le contestó, de inmediato. Mi querido Ramón ese sujeto es super conocido, aquí en la frontera se identifica como “el gato cojo”, porque como vos sabés tiene los ojos claros y cojea del pie derecho.
Una semana después su amigo le llamaba para decirle que ya lo tenía capturado y que urgía que viniera alguien a reconocerlo y formularle cargos porque de lo contrario tendría que liberarlo.
El propio Ramón y un abogado de la organización de apoyo a migrantes se trasladó a México.
Ramón sólo confirmó la identificación, no habló con él para no entorpecer el trámite. El amigo de Ramón le sugirió que no regresara a Estados Unidos, porque los coyotes tienen muchos contactos y están asociados a redes de mafiosos, y lo podrían asesinar si se trataba de un caso importante. Mejor le dijo te vas a Nicaragua que yo te tendré informado y si el caso amerita se lo informamos a interpol.
Ramón no confiaba en la efectividad de la policía, porque casi no tenían información y el coyote tenía mucha experiencia en este ramo.
En camino a Nicaragua recordó a su compadre Rodrigo, con quien lo ataba una antigua amistad. Rodrigo a la fecha era un bandolero que operaba en el corazón de las montañas de Zinica, y eran bastante temido por sus acciones.
Ya no regresó a su comunidad y se fue directo a buscar a Rodrigo. Ramón conocía los senderos de la montaña como la palma de su mano. En dos días llegó al campamento de Rodrigo, es decir a las inmediaciones donde fue capturado por tres jóvenes armados con fusiles ak y con el rostro cubierto con pasa montañas. Le amarraron las manos y lo llevaron ante el jefe.
A este espía lo encontramos caminando de forma sospechosa  en las inmediaciones del campamento, está desarmado y no opuso resistencia informó el jefe del grupo.
Para sorpresa de los nerviosos jóvenes bandoleros a Rodrigo le vino un ataque de risa que hasta llegaron a sospechar que estaba totalmente borracho porque así se ponía cuando bebía mucho. Por las dudas ellos le seguían apuntando con sus armas de guerra y con bala en boca.
Compadre Ramón, mi querido compadre Ramón, y no era que estaba en Estados Unidos?.  Rodrigo mismo lo desamarró y se fundieron en un abrazo de amistad entrañable desde que eran niños.
Era tanto el tiempo que no se veían que casi se desvían de la razón de la visita a su campamento. Ramón le explicó en detalle el problema y Rodrigo le escuchó atentamente.
Luego habló Rodrigo, mire compadre ese es un servicio muy delicado el que está pidiendo, y sobre todo muy, muy caro, porque es de riesgo porque se trata de traer a los secuestrados vivos y sanos. Los asistentes de Rodrigo confirmaron que era muy caro ese servicio.
Compadre Rodrigo, yo no tengo dinero. Quien ha dicho  compadre Ramón que tiene que tener dinero. El dinero lo tenemos nosotros. Los vigilantes como que se les veía confundidos.
Es que usted cree compadre que  se  me fue la memoria porque ando de bandolero. Usted cree que yo me olvidé de aquel favor que usted me hizo cuando llevó en hombros por entre la montaña a mi fallecido padre cuando estaba grave, y  que gracias a este servicio mi padre se salvó de la famosa peritonitis.
Cuánto me cobró usted compadre Ramón por ese favor?. Dígaselos a estos muchachitos que sólo creen que todo se resuelve a tiros. Yo no le cobré nada compadre Rodrigo, porque a los amigos lo que se hacen son favores.
Eso es lo que va a salir este servicio, compadre Ramón, es decir nada.
Al día siguiente estaban amarrados con cadenas en lo espeso  de la montaña el padre, la madre y dos hermanos del coyote, a las órdenes de Rodrigo.
Ahí mismo quedó claro que el nombre del coyote no era José Luis como decía sino Asdrúbal Rocafuerte  .
Ahora compadre hágame un favor lleve esta nota a ese tal Asdrúbal. El me conoce muy bien y sabe que en la próxima en lugar de esta nota le envío las orejas de sus padres y en la tercera sus cabezas.
La nota tenía un poco más de cuatro líneas que decían más  o menos así:”Te quiero aquí en la montaña dentro de cuatro días para que le des agua a tus padres. Después tenemos que hablar de negocios. Firmado Rodrigo de la Montaña”.
El emisario era Ramón que en un día y medio se puso en México, porque ahora tenía recursos que le había regalado Rodrigo.
Buscó a su amigo en la policía y luego entregó la nota a Asdrúbal. Este cuando la leyó quedó pálido y furioso. Luego llamó al vigilante de la celda.
Ramón llevaba instrucciones precisas, y el dinero para la fianza, así que ese mismo día salía Asdrúbal, esta vez acompañado por tres amigos de Rodrigo que lo entregarían en Nicaragua, allá en el mercado Guanuca en Matagalpa. Asi ocurrió a los tres días siguientes estaba Asdrúbal en el campamento de Rodrigo.
La violencia de los bandoleros rurales es cosa seria, y quien caiga en sus manos corre mucho riesgo. El recibimiento fue cruel. Uno de los lugartenientes de Rodrigo, por órdenes de éste  de un solo machetazo  cortó todos los dedos de la mano derecha, excepto el índice que era importante para señalar –según decían- a los niños secuestrados.
Asdrúbal sangró bastante pero los bandoleros tienen gran experiencia en curas de este tipo así que le vendaron y quemaron la herida con creolina o algo parecido  y la sangre se detuvo.
La orden de Rodrigo era clara, en el sentido de no suministrarle agua ni comida hasta que hablara. Dado que se negaba a decir donde estaban los secuestrados Rodrigo se lo dijo personalmente, que era mejor que hablara para no sufrir.
El coyote en un acto de desafío, le dijo si quiero hablo, pero antes te advierto que mi gente te va a caer un día de éstos, y vos ya sabés que tengo contacto con la policía, porque vos tenés secuestrados a mi familia y a mi y no saben siquiera de lo que nos acusan.
Proceda Martín dijo Rodrigo y dio media vuelta. De inmediato con el mismo machete le cortaron los dedos de la mano izquierda excepto el índice. Ahora Asdrúbal tenía dos manos con dos índices. Nuevamente le pararon la hemorragia, y le dieron agua.
Asdrúbal sabía que Rodrigo no jugaba, así que decidió hablar. Hablá aquí bien claro y decíselo a la policía y acto seguido le acercó a su teléfono satelital. En realidad no se lo estaba informando a la policía sino a Ramón que ya había regresado a México con los amigos de Rodrigo.
Ramón buscó a su amigo y una brigada especial hizo el operativo. No hubo resistencia, todos los niños que eran unos 60 estaban ahí muy tranquilos en una inmensa mansión.
La policía tenía dudas si había un secuestro de niños o era toda una mampara. Lamentablemente los medios hicieron el gran escándalo y los responsables de ese  centro huyeron hacia los Estados Unidos.
La presión de las organizaciones de migrantes y de derechos humanos lograron que los hijos de Ramón y Eva ingresaran sin problemas a los Estados  Unidos.
Asdrúbal fue dejado libre con su familia. Se fue directo a poner la denuncia en la policía, pero ahí mismo por solicitud de interpol lo detuvieron.
Seis meses después quedó clara la trama. Se trataba de una red internacional de tráfico de órganos, en donde Asdrúbal era el jefe de operaciones especiales, léase secuestros.
Los niños no habían podido ser sacrificados porque se habían cometido algunos errores y la policía había hecho algunas detenciones que podrían afectar toda la operación. Esa es la razón de tenerlos tanto tiempo recluidos sin finalizar la misión.
Con el tiempo Ramón se hizo pastor, por considerar que ese era un favor recibido que había que pagar con creces. Cuando le tocaban el tema Ramón siempre decía “nosotros en la montaña somos así, favor que nos hacen favor que regresamos”.
Allá en Jinotega, ahora Rodrigo es un productor  dedicado a la plantación de café, dado que se acogió a una amnistía, entregó las armas y vive en paz con su familia.





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