jueves, 28 de julio de 2011

Don Carlos Santa Cruz un artesano de las ideas

DON CARLOS SANTA CRUZ   UN ARTESANO DE IDEAS 
Anotaciones de Juan Carlos Santa Cruz Clavijo





Managua, Nicaragua, Enero 2010














CONTENIDO
Introducción
Relaciones familiares
Tareas del hogar
Relación con vecinos y amigos
El obrero de obras públicas
Habilidades y especialidades
Un mecánico singular
Tareas de hojalatería
Reparación de cargadores de batería
Reparación de radios
Carpintería de construcción
Organización del tiempo
Pre requisitos de eficiencia
Un perfil urbano en el medio rural
Curaciones en base a agua
Disciplina en la mesa
Valores
Reforestación
Un cliente con crédito abierto
Un trabajador insigne fortalecido por nuestra madre
Un constructor de futuros
Valoración acerca del artesano de ideas
Reflexión final

Breve introducción
Este es un relato testimonial que tiene el propósito de rescatar las vivencias más significativas que tengo sobre mi padre Carlos Santa Cruz, conocido en la familia como el Don.
El relato se ubica en Uruguay, Departamento de Treinta y Tres, y más particularmente en el Km. 309 de la ruta 8. En un lugar conocido con el Convoy, porque así se llamaba el arroyo que pasaba por el lugar.
Quién era Don Carlos. Era un hombre dedicado a su trabajo en el Ministerio de Obras Públicas, en la Dirección de Vialidad, en donde trabajaba como obrero, o como caminero. Se le  asignaba 5 km. de la carretera y él daba mantenimiento. Así lo hizo por más de 30 años hasta su jubilación.
Estaba casado con nuestra madre María Clavijo, conocida en la familia como la Doña. Procrearon 10 hijos y adoptaron a un primo cuyo papá falleció y era hermano de nuestra madre.
El nombre de mis hermanos (de mayor a menor):
Diosma Rosa (fallecida),Maura, Dina Esther (fallecida), Aurora, Teodoro, Juan Carlos, María Camila, Irma, Jackeline, Leonardo, y  Solís que nuestro primo.
El relato procura rescatar los aspectos laborales más significativos de nuestro padre. No es una historia de su vida,  ni una historia familiar. Esa es la razón por la que se menciona tan poco a nuestra madre.
El escrito no pretende establecer un parámetro glorificador, en donde los deseos vayan delante de la realidad. Por el contrario, se procura describir, sin valorar, recuperando la esencia del método de trabajo y de vida.

Relaciones familiares
Las relaciones entre padre e hijos se dan en un contexto rural ubicado a 20 km. de la ciudad de Treinta y Tres. No es un medio aislado ya que estamos ubicados al borde de la ruta 8 que nos lleva a Treinta y Tres en Bus, al menos una vez al día.
Las relaciones familiares giran en función de la dirección de nuestro padre y de nuestra madre. En la división interna del trabajo, nuestra madre era la responsable de las tareas del hogar, incluyendo educación y control de los hijos. Por tanto, sus decisiones no se cuestionaban. Era la encargada de emitir órdenes y distribuir fajazos de manera individual o colectiva.  Nunca pudimos ver a nuestro padre contradiciéndole sobre el particular, y mas bien reafirmaba la sanción con otras más severas.
Los métodos de educación familiar han ido variando mucho y hoy en día se ve como un delito el castigo corporal a los hijos. El medio rural es duro, difícil, peligroso. Los hijos se deben educar con cierta disciplina para poder convivir con el medio. Un ejemplo, en el medio urbano le aconsejas a tus hijos para que no vean pornografía en internet, y si no obedecen establecen otros mecanismos. En el medio rural tus padres te aconsejan de que no atravieses el rio si está desbordado, ya sea a pie o montado en un caballo. Si desobedeces puedes morir. De manera que si violas esta orientación seguramente habrá represión física en abundancia. Quizás esta paliza te salve la vida para siempre. Insisto el procedimiento puede ser cuestionable, en nuestros días, pero estoy  hablando de las décadas de 1950,60,70,80.
La relación con nuestra madre estaba bien articulada, y era un complemento casi perfecto con nuestro padre.
 Tareas del hogar

Nuestra madre y algunas de nuestras hermanas mayores eran las encargadas de cocinar, lavar platos, lavar ropa, planchar, barrer patios, hacer pan, y resto de actividades propias del hogar. Los varones, particularmente mis hermanos, éramos los responsables de cortar leña para el fuego. Se trataba de madera que ya había sido acerrada y nosotros lo que hacíamos era cortarla en trozos de 30 centímetros, valiéndonos de hachas y cierras manuales, y así la convertíamos en astillas. Garantizábamos  la leña para cocinar y en invierno la misma cocina funcionaba como estufa para calentar el frío ambiente. Lo hacíamos todos los días al finalizar la tarde y esa leña abastecía la cocina ,una estructura de láminas aceradas.   De hecho consumíamos en un día más de medio quintal de gruesas astillas de madera dura, como la de eucalipto que tanto abundaba, pero también se consumía otro tipo de leña como mataojo, coronilla, tala, etc.
En suma, las actividades centrales eran:
Cortar leña.
Darle comida a las vacas lecheras, en invierno se les daba chala de maíz, y alfalfa. A los caballos maíz quebrado, afrecho y alfalfa. Esas actividades se hacían en las tardes.
También en las tardes, entrar agua, que consistía en trasladar el agua de un barril grande a otro más pequeño al interior de la vivienda. Asimismo trasladábamos agua desde el arroyo en un barril de 200 litros el que montábamos en un carretón tirado por un caballo.
En la noche se limpiaban los faroles y se les ponía kerosene, ya que con ellos nos alumbrábamos.
En la mañana ordeñar cuatro vacas, que lo hacían nuestros padres. En tal caso nos tocaba buscar las vacas en el potrero, cosa muy dura en invierno con mucha escarcha. También limpiar los corrales.
La comida a cien gallinas y 6 chanchos se la daba nuestra madre.
 Relación con vecinos y amigos

Nuestro padre era un hombre sumamente ocupado, y no le entusiasmaba demasiado las relaciones sociales, aunque no las eludía. Cuando tenía tiempo realizábamos visitas al vecindario en la que íbamos los diez. Habría que analizar los niveles que organización que se mantenían  para movilizar a ese contingente, todos menores de 15 años, para que no tuvieran comportamientos inadecuados durante las visitas. A veces esas visitas las realizaba nuestro padre con nuestra madre, aunque, lo que más abundaba, eran las visitas de nuestra madre con alguno o varios de nosotros.
Eran visitas de amistad, casi familiares en donde los temas abordados eran el estado del tiempo, las cosechas, la carestía de la vida, entre otros.
El mundo social familiar era mucho más rico ya que casi todos los días llegaba algún vecino que había cabalgado unos 15 a 20 kilómetros para tomar el bus que lo llevaba a la ciudad de Treinta y Tres. En nuestra casa dejaba su caballo, por uno o varios días. Muchas veces, por no decir la mayoría esos vecinos se quedaban a almorzar, dado que esa era la tradición en nuestra casa. Caía poco agradable la persona que no aceptaba la invitación.
En el espacio antes de almorzar se tomaba mate y platicaban casi siempre con nuestro padre. Los temas estaban referidos a la situación en la ciudad, los precios, etc. No había semana que no llegara alguien y lo hacían con la complacencia de nuestros padres, creándose una relación fraterna bien intensa, sin que a nadie se le ocurriera preguntar si debía algo. Allá un día se aparecían con un quintal de maíz, o porotos, o sandias, naranjas, en fin, cosas todas muy agradables en el mundo rural.
Era una relación generosa, llena de sencillez que marcaba el perfil humano de nuestros padres.
Por supuesto que había algunos que eran presuntuosos y que prácticamente consideraban que era obligación el atenderlos . No obstante, nuestro padre trataba a todos por igual y se molestaba si hacíamos comentarios. Nuestra madre, tenía otro punto de vista, pero era cuidadosa de  expresarlo delante de nuestro padre. Por nuestra parte casi siempre tomábamos represalias con sus caballos a los que hostigábamos con piedras lanzadas por tiradoras. Nuestro padre decía que nuestra función era de servicio y que cada quien puede expresarse a su  manera, pero que había que medir a todos con la misma vara, cosa que a  nosotros en tanto niños no nos parecía.
Ese era Don Carlos, a quien unos le decían Don Santa Cruz, otros el Caminero y nosotros en la familia le llamábamos por Don.
En ese mundo rural, los pobladores, en su mayoría finqueros pequeños y medianos se reunían los fines de semana en un boliche (venta) para beber licor, cervezas y jugar naipes por dinero, todo el sábado incluyendo la noche y parte del domingo. Don Carlos daba unas vueltas inmensas en su cachila ford T, para no pasar por ese lugar y evitar tener que saludar, etc. No simpatizaba con el licor ni con el  juego por dinero. No tenía tiempo ni voluntad para eso, y mucho menos que compartiera las vulgaridades que allí se decían en medio del licor.
Aquí otro elemento, que tiene que ver con valores, a todas las personas de más de 40 años, había que decirles “don” y quitarnos la gorra o boina para darles la mano. Esa era una práctica bastante común en el medio.
En nuestra casa estaba prohibido llamar a las personas por apodos (motes) despectivos como  “gordo”, flaco, “chancho”, enano, etc, o por sus problemas físicos. Había que llamarles por su nombre o apellido.
A casi todas las personas les hablaba de “usted” como una forma de respeto, y solo tuteaba a los niños, y jóvenes.
El obrero de obras públicas
Para ese entonces, las rutas internacionales como era la 8, que llegaba hasta la frontera con Brasil no estaba pavimentada, sino que eran de balastro. De manera que había que darle mantenimiento de forma constante.
La lógica de funcionamiento era la siguiente. La oficina de vialidad dividió la carretera en tramos de 5 km, y asignaba a una persona para que le diera mantenimiento de manera permanente, con material (tosca) que eran abastecidos por camiones de volcadora. Esa persona era conocida como caminero. Le asignaban un predio para que estableciera su casa mientras permaneciera vinculado al trabajo. Nuestro  padre estuvo por 35 años.
Cada pozo que se formaba debía taparlo con tosca. Una tarea solitaria y rutinaria en un horario de 8 a 12 y de 2 a 5, de lunes a viernes. Algunas veces venían cuadrillas con maquinaria para completar tareas de envergadura mayor.
Al finalizar cada mes, pasaban pagándole en efectivo por el lugar. Trabajó 30 años, ni un día más , aunque se lo solicitaron, y se jubiló.
Habilidades y especialidades
De hecho Don Carlos era un campesino muy especial. Se dedicó a estudiar a distancia, por correo, con todas las dificultades del funcionamiento de ese servicio en un medio rural. Fue así que se graduó de electricista y mecánico automotriz. Asimismo, se especializó con gran suceso en la confección de cocinas de láminas aceradas. Se especializó en la reparación radios y de molinos, conocidos por cargadores que producen electricidad para las baterías. Era un excelente carpintero para viviendas. Estamos refiriéndonos a un obrero de vialidad como primer sustento de su familia, el resto de ingresos los obtenía por la venta de sus servicios, a los vecinos, algunos de ellos ubicados  en caminos polvorientos a 40 km. de su casa. Se auxiliaba de su camioneta (cachila) la que también utilizaba como taxi para trasladar familias que por diversas razones no tenían caballos, o sus autos no funcionaban en esos caminos, llenos de piedras y zanjas.
Un mecánico singular
Hizo un curso por correspondencia para mecánico de automóviles en la National School. Recibía el material y lo ponía en práctica de inmediato. Fue así que se graduó en tiempo récord, y al finalizar le enviaron una caja de herramientas completa.
La historia de su cachila es bastante singular. Un día en un taller de unos amigos obtuvo un chasis, que es el soporte estructural de todo vehículo. Posteriormente compró las llantas con rayos de madera. En un desarme, compró un motor Ford T, modelo 1927, que ya había sido descartado, porque era de un vehículo chocado, pero estaba en regular estado. Fue así que en todo un invierno, mientras las lluvias arreciaban (mayo a septiembre), comenzó la tarea titánica de hacerle un reajuste total al motor, todo de manera manual. Se pasaba horas y horas ajustando vielas. Finalmente reparó el motor y de inmediato fue consiguiendo el resto de las piezas ligadas al motor.
Había que ponerle carrocería al vehículo. Decidió hacer un diseño tipo furgoneta, algo así como el estilo de algunas camionetas volwagen. Ahí desplegó toda su habilidad y con tijera de cortar lata, corta fierro, cierra, limas, taladro con mechas para láminas aceradas, escuadra, compás, cinta métrica y remaches, procedió a la elaboración de la carrocería.
Se trataba de una tarea titánica, porque, además había que ajustarse a un diseño que tomaba en cuenta espacios para puertas, vidrios delanteros y traseros, y de las ventanas.
A ello hay que agregar los guardabarros, el paragolpe. Luego diseñó un mecanismo para subir y bajar vidrios laterales ,y el delantero  que era grueso. Luego el diseño del mecanismo para elevar los vidrios, que era sencillo, una lámina acerada doblada en la base del vidrio con un agujero de donde pendía una especie de cinturón de cuero de vaca, y con él se subía y bajaba. El agujero en esa especie de correa trasmisora permitía elevar o bajar el vidrio a gusto del cliente.
El vidrio trasero era fijo y cubría la tercera parte de la puerta la que a su vez de dividía en dos, pero era en la parte superior en donde estaba el vidrio.
Tenía un asiento al centro con espacio para tres personas. Era una banca de escuela, algo dura, pero firme.  Más atrás había un espacio para carga. Los asientos delanteros estaban diseñados con resortes, por lo que eran bastante cómodos.
Era un vehículo antiguo que no funcionaba con palanca de cambios, y funcionaba en base a lo que se conocía como bigotes, parecidos a los instrumentos actuales que encienden luces de los vehículos. Tenía tres cambios, los que funcionaban en una combinación del pedal del embrague y estos bigotes.
Funcionaba con motor de arranque, pero tenía una manija auxiliar (de hierro en forma de zeta, que consistía en que se le levantaba una rueda trasera, y se conectaba este hierro en la parte delantera que supongo que era a la altura del ventilador y luego de darle un par de vueltas encendía de manera emergente.    
El piso de la cachila era de láminas aceradas y cubiertas con madera dura.
Para limpiar el vidrio delantero diseñó un limpiaparabrisas el que funcionaba de manera manual.
La velocidad máxima alcanzada era de más o menos de 60 kilómetros, aunque no tenía instrumentos de medida de velocidad y en su lugar en el tablero aparecía una especie de reloj conocido como amperímetro que medía la carga de la batería.
Era un vehículo singular capaz de funcionar con nafta y también con kerosene y nafta. Era alto de manera que podría circular en lugares con pozos, piedras, zanjas, hasta arroyos. Estaba pintado de verde claro, y el techo era amarillo canario.
Con el tiempo cambió los rayos de madera de las ruedas , por alambre acerado. La llanta de repuesto iba ubicada en la misma forma de los jeep en la puerta trasera.
Todo el relato ilustra acerca de la habilidad de Don Carlos para el diseño de un vehículo.
Posteriormente compró  otro motor similar al que tenía. Lo reparó y lo dejó como nuevo. A partir de ese momento tenía dos motores. El motor de más reciente adquisición sólo lo usaba para viajes largos de más de un día. Luego de finalizado el viaje tenía la paciencia de quitarlo y poner en su lugar al anterior motor, al que por supuesto ya le había hecho los ajustes correspondientes.
Esta cachila tenía escasas diferencias con los autos que aparecen en las películas de los intocables, incluso los guardabarros delanteros y traseros eran similares.
Hasta aquí este relato, que pretende dar a conocer el perfil innovador de este personaje, capaz de reciclar material, crear, innovar, con modestia, sin tratar de competir con nadie, y mucho menos, sobresalir.  
Detenía sus funciones de innovador, para tomar el hacha y cortar leña para el fuego y luego ordeñar las vacas para obtener la lecha diaria. Ya en la noche se sentaba a la orilla del fuego (cocina que funcionaba como estufa) y ahí hablaba animadamente con nuestra madre sobre el estado de la chacra, los boniatos, los zapallos, el maíz, el arado, los caballos y todas las ocurrencias de nuestra madre, que no eran pocas.
Tenemos entonces a un personaje interactuando en el mundo de la creación mecánica, con la rutina del trabajo vial (de la carretera), y la sencillez de la vida cotidiana de las actividades rurales. 
Tareas de hojalatería
En sus momentos libres de fines de semana, y a veces en tempranas horas de la noche hacía cocinas para leña, por solicitud.
Su estilo de trabajo y la calidad de su producto no le permitía hacer cualquier cosa para salir del paso. Construía cocinas que funcionaban con leña. Toda ella estaba construida en base a láminas aceradas cortadas con cortafierros, y en algunos casos con tijeras de cortar latas. Tenía cuatro patas de hierro de ángulo de un metro de alto. Una hornalla en donde va la leña que corresponde al fogón, el que se conecta a una chimenea de unos cuatro metros de alto. La parte de arriba de la cocina tenía una plancha de hierro, especial, liso, como hierro fundido. Tenía un agujero que era cerrado con arandelas que permitían graduarlo en función del recipiente usado (ollas,etc). Entre estas arandelas y el fuego había un espacio vacío para que el fuego calentara el espacio de al lado, que era el horno. En ese horno se cocía pan, se asaba carne, etc. Debajo de la parrilla de la leña había un cenicero que es donde caen la cenizas, . Este espacio era utilizado para asar ciertas cosas como boniatos.
Esa era la cocina que construía nuestro padre, la que duraba unos diez años y estaba estructurada con unos 300 remaches.
Como es sabido este tipo de cocinas funcionan como estufas en invierno, de manera que la gente se reúne cerca de ella en el espacio utilizado para cocinar que generalmente está separado de los dormitorios.
Reparación de cargadores(molinos de viento generadores de carga para baterías)
Este era un servicio de fin de semana, que consistía en ir al lugar donde estaba el molino, trepar en un palo de unos 20 metros, bajarlo, para llevarlo y repararlo en nuestra casa, y luego volver a instalarlo. La principal falla era de carbones, pero a  veces había que rebobinar, y este era un trabajo complejo. La función de estos cargadores de viento era el de cargar baterías que suministraban electricidad, luz y radio a las viviendas del campo. Con el tiempo, la electricidad fue sustituyendo a estos aparatos  que funcionaban con bajo costo en base a viento que movía una élice de dos metros.

Reparación de radios
Como decía antes, Don Carlos hizo cursos por correspondencia y se especializó en la reparación de radios. Para ese entonces, existían unas radios grandes de caja de madera en donde se oía en AM y frecuencias internacionales, particularmente de Brasil y Argentina.
Siempre tenía varias radios para su reparación en un radio de 50 kilómetros. Recordemos que para ese entonces era un medio imprescindible, particularmente en el medio rural.
Carpintería de construcción
Todos los anteriores eran servicios cobrados. La carpintería del hogar se ejercía para hacer puertas, ventanas, marcos, sillas, mesas con cepillo, formón, escoplo, escuadra, cerrucho, escofina y azuela, que es una especie de hacha en forma de azada.
Organización del tiempo
La primer responsabilidad era la de trabajar 8 horas como caminero de obras públicas. Esto de lunes a viernes. Tenía la ventaja que en invierno a veces llovía tres o cuatro días continuadamente lo que le permitía avanzar en ciertas tareas que detallo a continuación.
El siguiente es una especie de esquema de organización del tiempo partiendo de la premisa que cada uno de los trabajos siempre tenía clientela semanal.
  1. Trabajos mecánicos de su vehículo y de vecinos que constantemente le buscaban.
  2. Reparación de radios que generalmente eran traídos a nuestra casa.
  3. Reparación de cargadores de batería que tenía que ir a domicilio, llevarlo a nuestra casa, repararlo y volver a instalarlo.
  4. Construcción de cocinas para leña. Este trabajo llevaba bastante tiempo pero se compensaba porque a veces sólo había que reparar ciertas piezas carcomidas por el fuego.
  5. Viajes trasladando familias. Generalmente eran imprevistos o se hacían por motivos de intensas lluvias. La particularidad era que casi siempre eran  viajes hacia zonas escarpadas (conocidas como las sierras), como la quebrada de los cuervos, que eran unos 40 km entre ida y regreso. A esto había que agregarle la disponibilidad de tiempo, ya que generalmente era en horas de la noche.
  6. Carpintería. Este trabajo era eventual y podría decirse que le ocupaba un mes en el año.
  7. Tareas del hogar como cortar leña para el fuego, alimentar los animales, particularmente en el invierno, ordeñar, quebrar maíz, cortar avena, etc.
  8. Arar la tierra de unas 4 hectáreas en donde sembraba auxiliado por un caballo, un arado y una rastra. Sembraba maíz, boniatos, papas, zapallos, porotos, sandías, melones, así como avena y feterita estos dos últimos exclusivamente para alimento de animales lecheros.
  9. Una vez a la semana sacrificar una oveja para alimento de la familia. Una vez sacrificada, el primer día comíamos la cabeza, sesos, chinchulines, hígado, corazón,  y mondongo, todo asado. El segundo día hacíamos puchero con la columna vertebral de la oveja.
  10. Una vez al mes pagan el salario como obrero de obras públicas, y entonces Don Carlos se dirigía a la ciudad para hacer las compras de la provisión, como fideos, arroz, azúcar, café, jabones, etc. En realidad a veces iba cada 15 días y para otras cada mes.
Pre requisitos de eficiencia
La gran pregunta es cómo Don Carlos podía desarrollar todas estas tareas con el nivel de calidad por encima de la media.  La calidad (incluye el acabado) era creo yo su carta de presentación. Jamás nadie le regresó un trabajo por estar mal hecho o con defectos.
Yo creo que para algunas dudas podemos encontrar respuestas  en la organización del tiempo y sus premisas.
Lo primero, jamás hablaba en su trabajo, excepto para hacer comentarios sobre el trabajo, u orientaciones que daba a algunos de nosotros que oficiaba como ayudante, particularmente cuando caía la noche, como alumbrar, o sujetar algo, o limar, etc.
Las herramientas las tenía organizadas por tamaño a su alrededor (esto para que cuando nosotros arregláramos las herramientas lo hiciéramos de una sola forma, de mayor a menor). Por supuesto que esta técnica le favorecía en el aprovechamiento del tiempo.
Hacía una cosa y luego otra. Es decir, finalizaba un trabajo y luego iniciaba otro.
El horario de taller en casa era más o menos de 5 de la tarde a 8 y 15 de la noche. A las 9 cenábamos, y a las 12 almorzábamos.
A las 9.30 a dormir toda la familia. A las 4 am ya estaba en pie Don Carlos. A esa hora tomaba mate y colaba café. A las 5 arrimaba las vacas auxiliado por un perro porque estaban en un potrero. Luego ordeñaba (a veces acompañado de nuestra madre). A las 6 ya había ordeñado. A las 6.30 había desayunado café con leche y pan que hacía nuestra madre en un horno de ladrillo. También se comía galleta de campaña que tenía una duración de unos 15 días.
A las 7.30 se dirigía a su rutinario trabajo de tapar pozos que se formaban en la  carretera. Supongo que este trabajo le contrariaba enormemente, aunque nunca lo manifestaba,  quizás su mente la tenía ocupada en el futuro de sus trabajos manuales.
Un perfil urbano en el medio rural
Nuestro padre era un campesino atípico, es decir, era algo distinto a los demás pobladores de la comunidad. Todos sus vecinos montaban briosos caballos, llevando en su cinturón revólver calibre 38 largo, y gran cuchillo de unos 35 centímetros, bota alta y sombrero aludo, y con unos pantalones del tipo de los de hacer ejercicios en invierno pero algo más anchos, y que se les conoce como bombachas, aptos para montar a caballo.
Nuestro padre vestido de pantalón urbano, no le gustaban los vaqueros, usaba tiradores. Sombrero sencillo, de paja, de ala  corta, y en invierno boina. No tenía, ni le gustaban las armas de fuego, ni los grandes cuchillos. Calzaba alpargatas, o unas zapatillas de suela de goma.
No fumaba, no bebía, no le agradaba el juego por dinero, y en términos personales sólo estuvo casado con nuestra madre.
Hacía una pareja, bastante articulada con mi madre, pero nuestra madre tenía una personalidad totalmente distinta. Ella era una gran jugadora a la quiniela (por dinero), le gustaba su traguito de caña, era mal hablada, es decir boca sucia, exagerada en grado extremo, chismosa a más no poder,  indiscreta, sin pelos en la lengua, sin habilidad manual.
Mientras nuestro padre era muy prudente, ella era imprudente, y lo recuerdo muy bien cuando le preguntó a un señor que conocíamos poco, y que estaba almorzando en nuestra casa:”Bueno y es que por lo que veo usted tiene otra mujer”. El señor parece que lo tenía como un secreto, casi se atragantó y no sabía que responder. En realidad nuestra madre, tenía una imaginación extraordinaria.
Ambos eran leales entre ellos, y tenían bien divididas las responsabilidades y cada uno respetaba sin cuestionar el quehacer del otro. Nuestro padre jamás tenía un peso en el bolsillo, porque todo lo administraba nuestra madre.
Ella era muy desconfiada. El era demasiado confiado, y eso a veces es negativo, como el caso cuando los judíos, creo que Stolarsky le convencieron para  que comprara un pantalón de invierno en pleno verano, con el cuento que el verano pasa rápido. El asunto es que se apareció con un pantalón de lana con 28 grados de temperatura en pleno enero. Nuestra madre casi infarta, pero ya era tarde porque lo andaba puesto.
Nuestro padre no criticaba a nadie, excepto en lo referente a la calidad del trabajo, porque no soportaba la mediocridad. Nuestra madre lo hacía diestra y siniestra. Por ejemplo, un día decía,” aquel hombre que vive en la casa pintada de azul parece loco, tiene aspecto de loco, no será que se hace el loco para pasar bien, o tal vez es enfermo, o tuvo algún accidente, pero yo te lo digo y te lo repito que lo veo como loco hasta en sus ademanes”. Luego trataban de cerca a esa persona y era de lo más normal. Entonces nuestra madre era la primera en aclarar, “tal como yo dije” tiene ciertos ademanes que confunden a la gente, al extremo que algunos llegan a decir que parece loco, pero, usted sabe que la gente también se equivoca. Completaba su profecía del pasado con una frase de antología” por eso no hay que andar criticando a la gente sin conocerla….”
Curaciones en base a agua
Tenía un libro grande, cuyo autor era un médico especializado en curación en base agua. Nuestro padre adoptó esa línea de curaciones en toda la familia, como un recurso excelente para enfrentar ciertas enfermedades y sobre todo para quitar suciedades, temperaturas elevadas, etc.
 De manera que todos nosotros recibíamos las famosas curas por parte de nuestros padres, pero, más particularmente por nuestro padre.

Algunas de estas curas consistían en lo siguiente:
·        Baños de pie con agua fría o bastante caliente según fuera el caso.
·        Baños de asiento (sentarse en un recipiente grande con agua).
·        Vendajes. Paños mojados en el estómago para quitar la fiebre.
·        Baños de agua fría de madrugada y regresar a la cama.
·        Lavajes. Lavados de estómago agua para defecar todo.

Disciplina en la mesa
La disciplina como factor de organización estaba presente en el consumo de los alimentos. Eramos 11 muchachos  y había que establecer orden en la mesa.
Todos nos sentábamos. Delante de nosotros teníamos puestos tres cubiertos, cuchillo, cuchara y tenedor. Nada de estarlos tocando antes de comer. Las premisas eran básicas en la mesa se mantiene el orden y en lo posible se habla poco, y se habla no se asalta la palabra, y jamás se habla con la boca llena, ni hacer ruidos al tragar, etc.
Nuestra madre servía los alimentos y sólo se podía iniciar la comida hasta que nuestra madre sirviera el último plato y se sentara a la mesa.
Una vez que nuestra madre finalizaba con su primer plato preguntaba si alguien deseaba repetir. Estaba prohibido solicitar repetición antes de que nuestra madre finalizara de comer, y mucho menos raspar el fondo del plato.
Las sanciones eran siempre las mismas, se debía abandonar inmediatamente la mesa y salir del recinto donde estábamos comiendo. Si la falta era grave y se estaba en el almuerzo, no tendría derecho a cenar. Si estábamos en la cena no tendrá derecho a almorzar, pero si al desayuno.
Valores
Los valores son un punto común para la convivencia familiar, y específicamente de las parejas.
A todas las personas que llegaban a solicitar algo de comida había que darles respuesta. Lo seguro era uno o dos litros de leche con pan. Luego venían los agregados. Nuestros padres sostenían que todos los seres humanos somos iguales y que no se le podía negar la comida ni el agua a nadie.
Si bien sus convicciones eran muy claras también había que tener presente que estábamos a la vera de una carretera internacional que llegaba a Brasil, de manera que por nuestra  casa pasaba todo tipo de gente, desde criminales hasta gente llena de crucifijos que por años buscaban a Dios sin encontrarlo, sin descartar ladrones de bancos que huían por caminos adyacentes.
Reforestación
Don Carlos tenía bien claro el rol de la reforestación, fue así que sembró alrededor de nuestra casa más de 20 olmos y fresnos y como 40 cipreses, los que alcanzaron una belleza extraordinaria. Más alejado de la casa, pero dentro del predio asignado, nuestro padre sembró 4 hectáreas de eucaliptos, que una vez que crecieron se convirtieron en un bosque lleno de olores muy gratos para los pulmones.
Un cliente con crédito abierto
El estilo de hombre de trabajo, serio, de pocas palabras, pero, sobre todo íntegro hacía que todo el mundo lo viera a través del mismo cristal.
Tenía créditos en los principales bancos, en las casas mayoristas de comercio,las carnicerías, panaderías, en las ventas de combustibles, y siempre pagaba con la prontitud que sus recursos se lo permitían. En tal caso, nadie le reclamaba por atrasarse en los pagos.
Llegaba a casas mayoristas como Gadea y Eguren, o el mismo Dellepiane y le preguntaban que iba a llevar, y él respondía “todo”, luego se retiraba a hacer otras gestiones y cuando regresaba un empleado ya le tenía todo empacado en grandes cajas, porque era el surtido del mes. Otro empleado se lo cargaba en su cachila.
En los bancos sacaba crédito para comprar ovejas, que consumíamos una por semana. Compraba en las ferias locales de Isidro Ismendi y compañía.
Este sistema de créditos fue uno de los factores que le permitió mantener una familia grande con regulares recursos, y a ello agregar que debía mantener también la casa de la ciudad, en donde parte de nosotros estudiábamos.
Un trabajador insigne fortalecido por nuestra madre
Si bien este relato no es una historia familiar, sino la descripción del perfil laboral y personal de nuestro padre, justo es reconocer la importancia del respaldo de nuestra madre.
Ella le secundó siempre, y en los diálogos mientras tomaban mate, ella opinaba con un abanico de alternativas por suceso, que le ayudaban a nuestro padre a ordenar las ideas. Si bien este estilo de opinar deja la sensación de lluvia de ideas, también constituyen una articulación de la relación de más de 60 años. Nuestro padre centraba, focalizaba las ideas y nuestra madre era una mensajera desde todos los ángulos imaginables.
Un constructor de futuros
La infraestructura de nuestra casa había sido hecha por Don Carlos, con toda la calidad de su estilo.
Eran tres bloques de casa, una cocina y comedor, de unos diez metros por cuatro, los dos dormitorios de 10 metros por cuatro, el galpón de 10 metros por seis. Aquí estaba el taller y un dormitorio. El resto era para la cachila y los aperos de los caballos. El segundo galpón era de 4 por cuatro y estaba destinado al almacenamiento de leña y alimentos para las vacas, gallinas, caballos, un carro de caballos y los arados.
He detallado el tamaño de las construcciones porque cuando se jubiló le notificaron que tenía que abandonar el predio en donde había vivido por más de 30 años, Don Carlos asumió el mandato como de ineludible cumplimiento. Desarmó una a una todas las construcciones. Había que verlo trabajar como si estuviera resolviendo un ejercicio académico. En un lado los horcones que son las columnas, en otro las tijeras, en otro los andamios, en otro lado los marcos de las puertas, portones y ventanas. Cada una de las piezas llevaba un número, todo listo para ser armado en otro lado.
Había dos postes de 20 metros cada uno, ambos clavados en el suelo y sujetados por una rienda de gruesos alambres dirigidos hacia los cuatro puntos cardinales. Uno de los postes correspondía al cargador de baterías y el otro al carancho que tenía una cadena que giraba sobre una rondana. La cadena que gira en la rondana sujeta dos palos de un metro cada uno dispuestos en forma de cruz. Cada palo tiene diez ganchos, y en ellos se cuelga la carne para que no sea alcanzada por las moscas u otros animales. Cuando se quiere tomar un trozo de carne se hace girar la rondana a través de la cadena como si fuera un balde que baja hacia un pozo de agua.
Don Carlos se tomó el trabajo de desarmar ambas estructuras, aunque esta acción parecía más bien formal porque en su casa de la ciudad tenía heladera y luz eléctrica. Trasladó todas estas estructuras a la ciudad y cuatro años más tarde las volvió a armar en una quinta que compró en los alrededores de la ciudad de Treinta y Tres. En esa quinta estableció su cuartel general de siembra de porotos, boniatos, maíz. Lo más importante, era que todos los días se trasladaba en bicicleta haciendo casi 20 km. diarios, un buen ejercicio para un hombre de 78 años.
Valoración acerca del artesano de las ideas
Sin duda hay muchas personas con el perfil de nuestro padre. He querido rescatar su experiencia y mis vivencias ,por  la disciplina, fortaleza y sabiduría sin ostentación de este hombre de entrega total al trabajo .
La lección aprendida es significativa porque no basta hacer las cosas por hacerlas, sino el hacerlas bien, con calidad. Quizás, lo más interesante de este personaje es que todo lo que hacía (construía) parecía que lo había estudiado previamente. Siempre con el centímetro, siempre la escuadra, la plomada, el compás o el nivel.
Este hombre se consumió físicamente trabajando. Cuando se jubiló y se trasladó a la ciudad, instaló su taller en un garaje. Era un taller ligado a su vehículo y ciertas cosas que iban apareciendo, y el resto del tiempo dedicado al trabajo agrícola.
Cuando mi padre falleció, no pude estar en su velatorio por vivir en Nicaragua, y no tener dinero para el pasaje. Recuerdo que cuando  fui a Treinta y Tres, llegué a la casa del barrio Mederos, y ahí estaba mi madre con su sufrimiento. Luego fui al cementerio y sentí tristeza. Regresé y fui al garaje, es decir, a su taller, y ahí sentí como una especie de ráfaga de la muerte. Sus herramientas estaban todas guardadas en cajones, sus frascos con tuercas, tornillos y arandelas estaban en un estante unos encima de otros. Al verlos lloré y lloré porque sólo en su ausencia esos frascos podían estar en ese orden.
Luego, ya en la noche mi madre se acostó para dormir y fui a verla, y con gran sorpresa comprobé que tenía todas las herramientas de mi padre debajo de la cama.
Lo interesante es que ella no sabía nada de herramientas, y jamás supo el nombre de las distintas llaves, excepto el martillo. Era evidente que se sentía cerca de nuestro padre al estar junto a sus herramientas, que él tanto amaba.
Esa expresión de amor hacia mi padre era tan linda como aquella escena en Montevideo, allá en el apartamento de Ramón Anador. Mis hermanas Aurora y María Camila salían a la calle con él y se les veía felices tomando a nuestro padre, una del brazo derecho y otro del brazo izquierdo (como florero) y ahí se iban caminando, y él flaco, y fuerte, y totalmente adaptado al cariño profundo de mis dos hermanas.




Reflexión final
 Quizás la principal lección que hemos tratado de dar a conocer es como a partir de la disciplina, y la seriedad, acompañada de la perseverancia se pueden hacer cosas con calidad y en el tiempo establecido.
Don Carlos no era un super hombre, era una persona normal, sencillo, ordenado, preocupado por hacer cosas con el mayor acabado. Para ello emprendió la gran cruzada personal de superarse, a través de cursos a distancia y como autodidacta en un medio adverso.
Sólo el hecho de romper con el “misterio de las cosas”, creadas por el mundo mágico de los campesinos, ya es un mérito. El sostenía que todos los fenómenos tienen sus causas, y correspondía a nosotros investigar esas causas.
Cómo no sentir admiración por un hombre que trascendió la muerte.  Una vez fallecido trataron de encender su vehículo marca citroen, del año 1968, pero no pudieron.
Se tardaron dos meses para descubrir una traba secreta contra robos que le había incorporado al vehículo. Era una traba de combinación triple  de la misma complejidad de los modernos automóviles.
Su misma formación racional, desprovista de cualquier manto religioso le llevó a asumir conscientemente que había cumplido su ciclo vital, aunque sin expresarlo públicamente. Desde cierto punto de vista esperó a la muerte de manera natural, y como tardaba se puede decir que decidió ir hacia ella, sin reverencia, y sin temor. Creo que esa es la razón por la que decide ir al hospital para que le hicieran algo en las arterias del corazón. La familia le sugirió que no lo hiciera porque era peligroso, pero él se molestó porque no se estaba respetando sus decisiones.
Su corazón no soportó y falleció en el hospital en los brazos de nuestra difunta hermana Dina.
Murió como vivió, con decisión, con el convencimiento que lo que iba a hacer era lo correcto.
Orientó toda su vida con el método científico, con objetivos bien definidos, y con metas bien claras. Todas sus metas siempre fueron de calidad, en donde estaba el sello de la escuadra, el compás, el centímetro.
Hizo las cosas en silencio, sin la  jactancia de los autosuficientes, y sin las majaderías de los mediocres. Jamás intentó dar lecciones de sapiencia, y mucho menos aparentar lo que no era.
Managua, febrero, 2010

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