lunes, 14 de febrero de 2011

RELATOS RURALES ......: El futuro de Dulce Maria lo adivinó una gitana

EL FUTURO DE DOÑA  DULCE MARÍA  LO ADIVINÓ UNA GITANA.

Juan carlos santa cruz 2005.

Don Adolfo Antonio Arana Aldana parecía que se había declarado depositario general de la vocal “A”. Con “A” comenzaban sus dos nombres y sus dos apellidos y el nombre de sus seis hijos todos   varones : Augusto, Arturo, Aldo,  Adrián, Alberto y Adán.
Cada vida es un mundo. Hay familias que parecen signadas por una desgracia infinita. El caso del presente relato es sólo un ejemplo de vidas descarriadas en un medio rural con pocos recursos para ser atendidos.
Don Adolfo Antonio era un finquero en quiebra que conocí por pura casualidad, precisamente en las inmediaciones de su casa en las afueras de la ciudad de Río Branco, es decir, antes de llegar al Puente internacional de Mauá que lleva a la ciudad de Yaguarón, en Brasil.
La idea del viaje fue de mi abuela , que era brasileña, y hacía años que insistía que la llevara a la ciudad de Yaguarón, porque decía que todo era más barato y que se podía elegir, y de paso hablaba un poco con sus compatriotas, por aquello de no perder el idioma materno.
Cuando íbamos llegando a Rio Branco se nos atravesó un caballo y por no matarlo lo esquivé con tan mala suerte que me fui a estrellar contra un poste  de luz, de los de cemento.
Ahí finalizó nuestro viaje en vehículo. Tuve que rogarle a unos señores que vigilaban una estación de luz que también me vigilaran el vehículo, ya que iba a montar a mi abuela en un bus, a manera de emergencia para que fuera provisoriamente  a casa de sus parientes en la cuidad de Pelotas, en Brasil.
El jefe de los vigilantes era Don Salvador Arana Aldana, hermano de Don Adolfo Antonio.
Don Salvador parecía ser de esas personas siempre dispuestas a servir, a darle una mano  a quien la necesita sin pedir nada a cambio.
Vea, estimado, venga por aquí. ¿Cómo dijo que se llamaba?. Dígame Canario, que es así que me llaman mis amigos, le respondí.
Bueno, don pajarito, hay perdone, don canario que siempre se me enredan los nombres , yo sólo puedo vigilar su vehículo, pero tengo un hermano que posee un patio grande y le podemos solicitar que nos haga la caridad de resguardarlo. No se si le cobrará, pero lo que le puedo asegurar es que aquí la delincuencia anda desenfrenada con eso de las fiestas de carnaval que se dan todos los años.
Su hermano, era como dije, Don Adolfo Antonio Arana, un señor de unos 70 años, de cabello totalmente blanco, ojos azules, y con unos anteojos gruesos con mucho aumento.
Don Salvador nos presentó, le expliqué mi drama, y a partir de ese momento iniciamos una muy buena relación.
Lo del vehículo se complicó porque parte del motor pegó en la columna. Tuve entonces que regresar a Montevideo, a comprar repuestos y convencer a mi mecánico para que me acompañara. El mecánico argumentó que eran más de 600 kilómetros, que el tiempo, que el calor, etc. Después de tantas excusas decidí buscar uno en Río Branco aún a riesgo de la calidad del trabajo.
Finalmente Don Salvador me consiguió uno que comenzó el mismo día, pero tuvimos la desgracia que le gustaba las fiestas de carnaval y de complemento era un alcóholico empedernido. Desde el primer día de fiesta se entregó a la bebida, al tercer día ya no podía caminar. El problema era que ya había comenzado el trabajo y bajado el motor, por lo que tuve que esperar quince días hasta que se despejara.
Por suerte Oriana, mi socia, estaba al frente de la Imprenta que teníamos en Montevideo. Para ser  franco los clientes estaban encantados que estuviera ella, por su jovialidad y porque como la mayoría eran intelectuales se quedaban horas hablando con ella acerca de Frida Khalo, Tina Modoti, Diego Rivera, luego derivaban hablando de Evita Perón con las consabidas discrepancias  de siempre. Luego seguían conversaciones interminables del Che, el Comandante Marcos, Sandino, los de Sendero Luminoso, etc.
Recuerdo que una vez se pasaron discutiendo dos días las razones del desmoronamiento de la Revolución Sandinista, unos decían que todo se vino abajo porque los nueve comandantes no habían asumido la línea correcta del marxismo leninismo, en tanto que otros juraban y rejuraban hasta con los dedos de los pies que se derrumbó porque eran unos social demócratas del carajo.
Finalmente Oriana tuvo que terciar en la discusión que a veces llegaba a los gritos. Está bien señores, gracias por la discusión, pero recuerden que esto es una imprenta y no una terturlia, así que los que van a pagar los trabajos que paguen y el resto gracias por su inspiración porque en el futuro esto será imprenta y tertulia.
Seis meses después inauguramos la tertulia con mesas y todo, pero como los intelectuales sólo fumaban y bebían café sin consumir nada más la tertulia cerró sus puertas cuatro meses después, y nuevamente quedó la imprenta y siguieron las discusiones....
Volviendo a mi vehículo descompuesto, allá en la frontera de Brasil, el mecánico a los quince días recuperó su lucidez. Para ese entonces, Don Adolfo Antonio me había hecho los relatos de su desgraciada vida y la de sus hijos.
Lo que expongo aquí es un resumen de las notas que tomé mientras hablaba Don Adolfo Antonio, pero que sin duda no tienen la riqueza de sus expresiones.
Don Adolfo Antonio era un maestro para organizar sus ideas .
Le cuento don canario, nosotros mi esposa Dulce María, que en paz descanse,  y  yo tuvimos seis hijos que amargaron nuestra vida.
Nos casamos jovencitos, muy enamorados, y sobre todo muy seguros que no tendríamos problemas económicos porque mi padre era un arrocero de los más grandes de la región.
A la muerte de mi padre, a todos los hermanos nos dejó propiedades, y a mí me dejó una finca bien bonita. Con los años tuve que venderla porque estos muchachos me hicieron la vida imposible después de la muerta de Dulce María, que era como una especie de santa, pero que repartía palo a diestra y siniestra a todos estos muchachos.  Figúrese que a Arturo que es el mayor le pegó hasta los 25 años. Ella la pobre los tenía controlados, pero con su muerte esto se descarriló.
Parece mentira, pero todos mis seis hijos estuvieron presos por distintos motivos y en todos los casos tuve que ir a poner mi cara en vergüenza y a punta de dinero siempre logré sacarlos de esas cárceles horrorosas que hay por estos lados.
 Le voy a ser franco nuestra desgracia ha sido la brujería. Es que nos embrujó una mulata jodida que era la madre de una tal Tomasa que le había echado el ojo a Dulce María. Usted me entiende, estaba enamorada de Dulce María y le hacía regalitos  y la peinaba y procuraba andar con ella para arriba y para abajo.
Un día que estaban solas se la comió a besos y le manoseó los senos. Para ese entonces, Dulce María fue sincera con ella. Se lo explicó de la mejor manera, que la quería mucho como amiga, pero hasta ahí nomás, porque a ella le gustaban los hombres.
Tomasa quedó hecha un diablo. Es que de verdad estaba enamorada de Dulce María y eso era un desplante  que la dejó agobiada.
La madre de Tomasa toda su vida la dedicó a la brujería, usted comprende, a la brujería que le hace mal a las personas, magia negra creo que le llaman.
El tiempo transcurrió y nos casamos con Dulce María.  Estoy convencido que no tuvimos ni un día en paz.
Cerrábamos la casa, bien cerrada para mantener todo limpio, y luego encontrábamos debajo de las almohadas tierra, uno o dos puñados de tierra, negra, negra. Después supimos que esa tierra era del cementerio.
Un día abrí la sábana para acostarme y cual fue mi susto que las fotos de nuestro casamiento, especialmente las que estábamos Dulce María y Yo estaban todas clavadas con alfileres. No se lo quería comentar a Dulce María para ella dio cuenta y quedó bien deprimida.
A Dulce María no le gustaba el agua helada, así que siempre teníamos una jarra de vidrio que la llenábamos de agua, le poníamos una servilleta encima para que las moscas no la tocaran y la dejábamos en el centro de la mesa.
Un día estábamos almorzando y me fui a servir un vaso de agua y casi vomito. Adivine qué había en el agua?. Un gran sapo inflamado lleno d agujas y con algo rojo en al boca que parecía sangre. Yo creo que desde esa fecha es que padezco de gastritis.
La tal Tomasa se las había ingeniado para sacar una copia de las llaves de nuestra casa y llegaba a instalarse cuando no estábamos.
Imagínese nosotros recién casados y pasando por estas situaciones tan horribles.
 Dulce María decidió enfrentarla y un día que pasaba por la casa la llamó, y le habló claro. Mirá Tomasa, nosotros sabemos que sos vos que andás poniendo cochinadas en la cama y en el agua para beber.
Quiero que hablés de una vez por todas. ¿Qué es lo que buscas?. No te parece que ya es bastante la jodedera?.
Tomasa la miró a los ojos. Las dos estaban de frente, cara a cara. Tomasa le respondió con voz serena y firme, lo que busco es tu amor. Yo también te pregunto Dulce María vos sos ciega?. ¿Es que no te das cuenta que por tu amor soy capaz de dar mi vida?.  Acto seguido la tomó de los brazos, desarrollando una fuerza propia de un amor desesperado, apretó a Dulce María contra su pecho, la besó fogosamente en su boca, le rasgó su blusa y besó apasionadamente sus exuberantes senos.
 Dulce María logró desprenderse de esta especie de violación, y Tomasa salió corriendo . Dice Dulce María que iba llorando y secándose las lágrimas con la mano.
A la semana siguiente la encontraron colgada debajo de ese Puente Mauá que usted está viendo ahí enfrente.
Dejó una apasionada carta de amor a Dulce María, pero su madre, la bruja, dijo que no se la entregaría y lo que si regresaría eran las ofensas que le habían hecho a su Tomasa, porque “las que se hacen se pagan,” reiteraba a todos los que le llegaban a preguntar por las razones del suicidio de su hija.
Como le decía Sr. Canario, la madre de Tomasa era una bruja consumada y nos amargó la vida por años y finalmente nos la desgració para siempre.
A los dos años de casados consideramos que ya era tiempo de tener hijos, y así fue que Dulce María quedó embarazada como por diciembre.  En junio ya tenía su vientre desarrollado, es decir, ya iba como por seis meses de embarazo.
Usted sabe que por aquí las gitanas abundan. Así que un día que yo no estaba llegaron dos de ellas a mi casa. Comenzaron a hablar con Dulce María y ella a contarles las cosas que nos habían pasado con la finada Tomasa. Usted sabe, a veces uno se desahoga cuando encuentra alguien que lo escucha.
La gitana mayor, habló y se fue directamente al grano. Usted mi niña parece que está dispuesta a tener hijos. Piénselo bien mi niña. Usted sabe que con eso de las brujerías los que terminan pagando son los hijos. Yo conozco un caso en Porto Alegre muy parecido al de ustedes. Vea, tuvieron un hijo retardado, otro sordo mudo, otro mongolito (mal de Down) que le dicen, y el que salió bueno se ahogó a los seis añitos, en la Laguna Merim en un descuido de la mamá que andaba atendiendo a los demás hermanitos enfermos.
Una bruja es cosa seria mi muchachita, yo le deseo suerte, pero si va a tener hijos piénselo bien porque con un hijo enfermo uno se vuelve esclava.
Usted dice que quiere tener seis hijos. Voy a ser bien sincera con usted aunque se que le disgustará lo que le diga. Los dos primeros hijos que usted tenga, dado aun está con el impacto de la ahorcada y la bruja, lo más probable es que tengan algo de retardo. Los otros dos serán bastante retraídos y agresivos, y los otros dos serán los menores y  se convertirán en el dolor de cabeza de ustedes, porque no serán retardados, ni asesinos, pero serán sinvergüenzas de esos que comienzan bebiendo un trago y finalizan consumiendo todo tipo de drogas.
Vea mi niña, yo tengo 69 años y he visto muchísimos casos así, pero, también es cierto que nadie aprende por experiencia ajena. Yo siempre le aconsejo a esta muchacha (la otra gitana) que anda conmigo aprendiendo el oficio que hay que tener cuidado porque hay mucha gente mala. Ella todavía no tiene marido pero yo siempre le recomiendo que busque un hombre de los nuestros porque mucha gente nos tiene envidia, porque dice que somos ladrones, que somos ricos de cosas robadas, y un montón de barbaridades. Nosotras las gitanas somos adivinas, y no de ahora, sino de toda la vida. Somos adivinas, no brujas, ni ladronas.
Dicho esto las gitanas pidieron un vaso de agua y se despidieron deseándole a Dulce María mucha suerte, que no había dudas que la iba a necesitar.
Bueno don señor canario, hasta que tengo la lengua reseca de hablar. ¿Qué le parece si hacemos el almuerzo y seguimos más tarde?.
A las tres de la tarde siguió su ordenado relato don Adolfo Antonio, y esta vez comenzaba con sus hijos.
Vea don Canario, estas gitanas serán ladronas, y que no usan calzón porque se agachan y con sus grandes faldas se cubren y orinan en cualquier lado. Eso podrá ser cierto, pero que son adivinas lo son. Lo que dijo la gitana vieja, así salió.
Vamos ahora con mis hijos.
Augusto y Arturo, que son los dos mayores. Los pobrecitos nacieron con problemas mentales y ya le voy a relatar parte de su drama.
Aldo y Adrián, son los que siguen . Los dos han estado años presos por asesinos. Aldo cometió un crimen horrible por supersticioso y Adrián hizo morir a un amigo de puro gusto.
Adán y Alberto, son los dos últimos. Han andado metidos en drogas, son gente sinvergüenza y sin cabeza. Son de esos que no les importa nada, y si le encuentran caído en lugar de auxiliarle le registran los bolsillos y siguen su camino.
Ellos son mis seis hijos, señor . Ahora le voy a ir contando parte del calvario que he tenido que sufrir con cada uno.
Aunque a usted le  parezca mentira, uno de estos días me puse a limpiar la chimenea que encendemos allá por mayo. Metí la mano con un guante y toqué algo raro. Era un alambre y la tiré, y cual es mi susto que el alambre estaba amarrando una calavera de gato. La saqué y la boté al suelo, y al caer la cabeza (el cráneo) se partió en dos, y sabe lo que había adentro.....dos fotografías todas amarillentas, unidas las dos a través de un alfiler. ¿Sabe quiénes eran las de la foto?. Pues nada menos que Tomasa y Dulce María. No le miento, esa foto llevaba más de 30 años en el hueco de la chimenea y se conservaban porque las protegía el cráneo del gato. Ese día me reí, lloré, y tuve que tomar una diazepán para conciliar el sueño, pero, antes le recé un padre nuestro a Dulce María.
Bueno don Canario, como usted comprenderá le comento las cosas más importantes porque dado que usted ha manifestado, que quisiera hacer un relato o algo por el estilo de estas pláticas, voy a centrarme en una anécdota por hijo para que tenga una idea de mi infierno.
Vamos a comenzar, y perdone el lenguaje tan duro, pero es que ya me acostumbré, vamos a empezar por los dos loquitos.
Arturo es el mayor. Este muchacho desde pequeño era inquieto. Quebraba cuanto vaso y botella encontraba, gritaba como un condenado y otras cosas bastante desagradables. Nosotros los padres siempre vemos a nuestros hijos bonitos y sanos. Así fue el caso nuestro. Nos daba horror recordar el presagio de aquella gitana.
Sólo le voy a hacer dos comentarios de  Arturito y se refiere a su audacia y sus reacciones impredecibles.
Fíjese que aquí como vivimos en zona fronteriza siempre nos manejamos con cierta cautela porque hay mucha delincuencia. De manera que desde pequeños los muchachos se acostumbraron a ver las armas en la casa, ya sea debajo de mi almohada, en la mesa de noche, en el ropero. Así que todos ellos no solamente las conocían sino que sabían accionarlas.
Usted sabe que los finqueros casi todos andan revólver, de esos 38, calibre largo.  Son unas armas fáciles de manipular y matan a una persona como hasta 80 metros.  La puerta que está aquí la atraviesan como nada.
Un 38 largo Smith Weson, era y es mi arma, que todavía tengo y funciona a la perfección.
Allá en aquella loma, hay dos casas blancas. La de más arriba, la que tiene el molino de viento, allí siempre han vivido los Araújo.
Don Vicente Antonio Araújo ha sido toda su vida un ganadero muy progresista, y siempre ha tenido un ganado Hereford de primera. Todo lo que produce se va directo a los frigoríficos de Montevideo y de ahí  para Inglaterra, porque ese es el tipo de carne que le gusta a los ingleses.
Don Vicente Araújo un día pasó por mi casa, para ese entonces yo tenía mi finca como a treinta kilómetros de aquí.
Quiero comentarle, me dijo don Vicente, que ahora que fui a la feria agropecuaria de la ciudad de Melo, compré tres toros Hereford, puros, traídos de Inglaterra, que son una belleza.
Así como son de lindos, son de fuertes. Don Vicente siempre había sido una persona que le gustaba hablar con refranes y antes de despedirse me comentó que los toros estaban a la orden y les puede llevar las vacas que quiera Don Adolfo Antonio, que tienen una resistencia increíble. Son de esos animales tan fuertes que ni balas les entra en la cabeza, y se fue riendo.
Arturito permaneció en un rincón escuchando la conversación, en silencio y con los ojos muy abiertos. Cuando Don Vicente partió, el también montó su caballo y anduvo galopando como siempre sin ninguna orientación. Para ese entonces, tenía 11 años.
Una semana después, me encontraba  durmiendo la siesta y me despierta el ladrido de los perros y aquel escándolo de gritos e insultos.
Sobresaltado me lancé de la cama y pregunté qué era lo que pasaba.
Frente a mi estaban dos policías y Don Vicente que traían agarrado a Arturito, y éste estaba blanco como un papel.
¿Qué es lo que pasó, pregunté?. Es que recordás papá cuando Don Vicente dijo que sus tres toros eran tan fuertes que no les entraba ni una bala en la cabeza?. Andá ver a su finca si las balas de tu revolver 38 no le entraron en la cabeza a los tres,  por más que este Don Vicente dice que son puros y no se que otra sarta de barbaridades.
Imagine, casi muero de infarto. Tuve que pagar hasta el último centavo de los tres toros, porque hubo que mandarlos a buscar a Inglaterra. Lo único que gané fue la enemistad de Don Vicente que me dejó de saludar como si yo tuviera la culpa .
Este niño siempre ha sido así impredecible. La última vez que estuvo internado en el hospital siquiátrico fui a visitarlo y lo encontré como a cuatro cuadras fuera del hospital y le dije que quería hablar con él y se negó rotundamente.  Fui directamente al hospital y le solicité a otro enfermito que parecía que estaba que hiciera el favor de decirle a Arturito que quería verlo y que no se mueva, por favor.
Dicen que regresó a las diez de la mañana y desde esa hora el enfermito lo localizó y como tenía muy presente lo último que le dije  “que no se mueva por favor”, pues como va a creer que el enfermito y dos más amarraron a Arturito  de una cama de esas de resorte de alambre, sin colchón y lo tuvieron acostado con la cara al sol, a 30 grados de temperatura desde las 10 de la mañana a las 3.30 que llegué. Casi se muere desidratado pobrecito, pero en verdad, como estaba tan rebelde quise hacerle un bien y le hice un mal.
El caso de Augusto es casi similar. El pobrecito, a veces hasta que da risa porque es ido totalmente. Recuerdo que un día estaba acarreando agua para beber y nos dimos cuenta que la extraía de un pozo con agua fétida, llena de una lama verdosa que daba asco. Se le llamó la atención que estaba acarreando agua para beber con lama, y el pobrecito que ni la más remota idea tenía de lo que era lama, respondió de inmediato:”será pelo de sapo, porque lana no habia”.
También Augusto me metió a tremendos problemas, con un señor extranjero muy mal encarado, un Ingeniero Agrónomo, técnico de la arrocera brasilera Brandao s.a. Este señor extranjero cuyo apellido no recuerdo, le encantaba la cacería de liebres y conejos, así que siempre se le podía ver con un montón de perros de raza.
Para correr liebres, los mejores perros, siempre decía, son  los galgos.
Este señor extranjero me pidió prestado a Augusto para que lo acompañara por un par de horas para traer en una camioneta una perra galgo pura para cruzarla con un perro galgo que el tenía.
Era un caserío que estaba a unos 50 kilómetros de la casa. Le dije que sí, porque  Augusto ya tenía 16 años, y como no era agresivo sería un buen acompañante.
Le entregaron la perra galgo a este agrónomo, creo que de origen alemán, porque no se entendía mucho, y por supuesto que menos le entendía Augusto.
Le amarraron una cadena al collar y la montaron a la camioneta, que como tenía toldo no entraba polvo. Desde la cabina no se veía hacia la carrocería, y esa era la razón por la que iba Augusto, para cuidar que no le pasara nada a la perra.
Como a los tres kilómetros la perra empezó a quedar inquieta, y hasta quería lanzarse de la camioneta. Para Augusto las cosas eran bien sencillas, si quería ir corriendo en lugar de ir en la camioneta, el no le veía inconveniente porque al fin y al cabo era una perra veloz que debía correr más rápido que una camioneta.
La dejó que saltara y aseguró que estuviera bien amarrada para que fuera cerca de la camioneta y no se escapara.
Cuando llegaron el señor agrónomo le preguntó  “cómo va todo muchacho”.  Va bien y haló la cadena. Fue recién ahí que se dio cuenta que de la perra lo único que le quedaba era el collar, la cabeza y las dos patas delanteras, el resto había quedado esparcido en el camino.
Pobre mi hijito, no entendía nada de la perorata que hablaba el extranjero, pero lo que le quedaba claro era que estaba furioso. A Augusto no le quedaba claro  porque una perra que decía que era tan veloz no aguantaba a correr por un camino vecinal detrás de una camioneta. Es cierto que había piedras pero el había visto los perros de su casa correr por encima de las piedras.
Esta vez si fuimos a parar todos a la policía porque Augusto tenía 16 años y el señor extranjero no sabía que tenía retardo mental.
Para no cansarlo con el cuento tuve que pagar casi el doble de lo que valía la tal perra, porque había que traerla de Irlanda, Finlandia o un país de esos. Ese alemán fue otro que quedó enemigo conmigo.
Con estas dos anécdotas de Arturo y Augusto ya se hace una idea que la gitana no se equivocaba con los dos primeros.
Vamos ahora con los que siguen, Aldo y Adrían. Estos dos muchachos desde chiquitos siempre fueron retraídos, y algo así como despersonalizados, que cualquiera los manipulaba. Sin criterio propio que le dicen.
A diferencia de Augusto y Arturo que siempre han sido inofensivos , estos otros tienen reacciones tardadas pero violentas.
Por aquí hace muchos años apareció un señor que tenía problemas mentales, dicen que de tanto leer la biblia y no alimentarse. Yo no puedo asegurarle que sea por eso, porque cuando lo conocí ya andaba pintando aquellas gigantescas cruces negras, en paredes, postes, portones y todo lo que agarraba.
La gente no le decía nada porque lo veía como a un enfermo mental y porque además no les hacía caso más que al cura de la iglesia.
No faltaron unos chavalos que le empezaron a dar cuerda a Aldo, otro de mis hijos. Le decían ya te fijaste Aldo ese hombre que anda ahí por las calles es la reencarnación del diablo. Y a mi que me importa que sea la reencarnación del diablo si a mi no me hace nada decía Aldo. Te debería importar, lo que pasa que no sabés quien es el diablo. La verdad que no se quien es el diablo. El diablo es el enemigo de Dios , y el quiere matar a Dios. Y si mata a Dios morimos todos.
Esas cruces que anda pintando te las pinta a vos, y recordá son la reencarnación del diablo, y el diablo quiere matar a Dios. Ya viste pintó una gran cruz en el portón del garage de tu casa.
Eso si que no lo voy a permitir, dijo Aldo, y el lado violento no tardó  en aparecer.  Lo anduvo buscando y lo encontró pintando, precisamente en la puerta grande de la iglesia. Eso fue lo última cruz que pintaba el pobre señor en alusión a Cristo, porque Aldo le partió la cabeza en dos  con una filosa hacha , de esas que dicen acero sueco.
Después del hachazo Aldo como desencajado gritaba “muerte al diablo, muerte al diablo, muerte al diablo”, luego se arrodilló y decía aunque sea el diablo hay que rezarle un padre nuestro para que vaya en  paz. Mientras tanto la profusa sangre caliente le mojaba las rodillas.
Esta vez mi pobre hijo fue preso un montón de años. Luego lo transfirieron al hospital siquiátrico y ahí estuvo un año más. Del hospital salió peor de lo que entró.

El caso de Adrián es  un poco distinto porque no es tan retraído, más bien ha desarrollado una tendencia a la perversidad. Adrián tiene ideas fijas por ciertas cosas, por ejemplo le encanta todo lo que tenga que ver con accidentes de tránsito y si hay heridos mejor.
Cierta vez le quitó el freno de emergencia y el cambio a un bus nuevecito de una empresa de excursiones. Estaba el bus en la punta de un cerro, creo que le dicen cerro de la virgen o algo por el estilo.
Como le decía le quitó el freno y el cambio y el bus – que por suerte
estaba vacío en es momento- se dejó ir a toda velocidad, se estrelló contra unas grandes rocas y luego se dio como diez vueltas. Quedó inservible.
Don Canario, con esta acción descabellada terminaron mis días buenos y tuve que vender todo para pagar el bus que era nuevecito, es más, era un viaje de cortesía porque andaban estrenándolo.
Usted sabe, hay gente así, como perversos. ¿No conoce gente así?.
Este muchacho Adrián dicen que fue el gran instigador para que el pobre Miguelito, el hijo de don Gonzalo Ferreira Da Silva truncara su vida joven.
Fíjese que una noche venía Miguelito conduciendo un camión en una cuesta que le dicen el Alto caliente. Al finalizar la cuesta (la bajada) hay un arroyo y un puente.
Eran como las nueve de la noche y ese puente desde hacía algún tiempo estaba en construcción, y con mucha cautela había paso para un camión y un carro pequeño o una moto.
Miguelito venía al volante y Adrián en la carrocería. El camión iba vacío.

Cuando venían a unos 300 metros apareció en la curva de la otra cuesta una luz. No había dudas que si uno de ellos no se detenía se iban a encontrar de frente en el medio del puente.
Adrián desde arriba le gritó a Miguelito dale, dale que es una moto, y efectivamente él desde arriba tenía mejor vista.
Miguelito no la pensó dos veces porque efectivamente traía un solo foco.
Es cierto que traía un solo foco, pero no era una motocicleta, sino un camión, y no era un conductor desconocido, sino Don Gonzalo Ferreira Da Silva, es decir, el papá de Miguelito es decir, del finado Miguelito, porque murió en el instante. Don Gonzalo se quebró la clavícula porque su camión iba lleno de piedra y el otro venía vacío. Adrián tal como lo había pensado en su perfil perverso saltó por los aires y fue a caer en la profundidad de la laguna que hay bajo el puente y salió nadando totalmente ileso.
Imagine que tragedia. Desde ese día tuve que llevar a Adrián al siquiatra, pero francamente no se observa mejoría mejoría.
Hace tiempo me confesó que le encantó la idea que los dos camiones chocaran de frente. Fue un espectáculo inolvidable Papá. Te voy a decir más, yo sabía que era don Gonzalo el que iba en el camión con un solo foco porque lo vi saliendo de su casa, y él hacía dos días que había estado buscando ese foco y no lo pudimos  encontrar en el mercado. Es mas yo lo acompañé en la búsqueda. Yo lo identifiqué perfectamente desde arriba, me confesó Adrián, pero, entre el espectáculo y la muerte de uno o los dos conductores, yo preferí el espectáculo. Lo único que te podría decir que ese tipo de espectáculos son únicos y no se pueden perder.
Lo hice jurar que no le contaría nunca más a nadie esta crueldad y él con los ojos llenos de sangre y con muchísima saliva en la boca no dejaba de murmurar, fue un gran espectáculo, un gran espectáculo. A la semana lo  vino a llevar la policía .
Don Canario,  de Alberto y Adán ya no quiero hablar porque estos muchachos son

gemelos y lo que hace uno hace el otro.  Los he internado como cien veces para

que se quiten la droga que llevan encima, y en verdad es que no les noto mejoría.

Lo que estoy claro es que han perdido gran parte de las neuronas.


Usted sabe que casa quien tiene su pasatiempo. Pues el mío era el dedicar mi

tiempo libre al cuido de dos boas que había conseguido en Porto Alegre. Estas

dos boas  daban miedo de solo verlas. Eran unos animales que igual se comían a

un perro entero  y como si nada. Era por eso que  las tenía encerradas con una

malla techada.



En realidad allá en la finca tenía tremendo cherequero y estos dos muchachos

Alberto y Adán sabían  que entre ellos guardaba cosas “misteriosas” .

Pues como le comentaba, estos muchachos son nefastos y lo que hace uno hace

el otro.

Una tarde llegaron a decirme que ambos se habían   envuelto en un incidente

desagradable. Parece que intentaron violar a una anciana de más de 70 años.

Después me enteraría que todo había sido un montaje de ellos mismos para

agredir a la policía por otra vía.

La anciana puso la denuncia como a las seis de la tarde, por lo que sería recién al

día siguiente que irían por ellos.

Ellos sabían que la policía, por razones de seguridad no llegarían de noche, así

que trabajaron toda la noche cambiando la malla, sin el techo y la pusieron

alrededor del dormitorio de ellos que estaba como a unos cien metros del mío.

Luego con paciencia infinita cuando ya amanecía trasladaron a las boas y las

dejaron allí sin comida.

Acto seguido se acostaron tranquilamente.

Dicho y hecho a las 8 de la mañana llegaron los policías (por cierto con bastante

prepotencia) buscando a los muchachos.

Traían orden de allanamiento, así que se desplegaron y comenzaron la búsqueda

varias habitaciones.  Uno de ellos, Alberto  estaba acostado y de inmediato lo

pusieron con las manos alto contra una pared. El otro, Adán, estaba  acostado en

una hamaca. Hacia él corrieron los policías y de pronto aquel grito desesperado de

un policía que por ir viendo para arriba puso la bota encima de una boa y  ésta

reaccionó apoyada por la otra.

Aquello fue un show. Se les olvidó lo de policías altaneros. Por favor don Adolfo

Antonio, por favor don Adolfo Antonio gritaba el oficial, ayúdenos que esos

animales nos comen al policía y efectivamente si no llego rápido ya los habían

envuelto para estrangularlo.

Los detuvieron, luego parece que la anciana no confirmó la denuncia y en poco

tiempo recobraron la libertad bajo fianza, que por supuesto, yo  tuve que pagar.

Luego comentarían con lujo de detalles sus intenciones. En realidad lo que

deseaban era que las boas comieran a los policías y si por ellos hubiera sido

seguramente que tal hecho se habría dado.



Amigo don Canario, la gitana adivinó sobre el futuro de Dulce María y el mío. Su

profesía se cumplió y aquí me tiene en mi cruz.

Habíamos llegado al final del relato. Se hizo un silencio como melancólico. De pronto Don Adolfo Antonio comenta, pero qué clase de escritor es usted que no me preguntó por la muerte de mi adorada Dulce María. Nos faltaba este punto mi amigo.
Fíjese que Dulce María murió de un infarto fulminante. Estaba en el patio y sentí el golpe de la cabeza en el suelo y cuando la toqué ya estaba muerta. La llevaron al hospital pero no había nada que hacer.
Regresamos para la vela, luego la llevamos a la iglesia evangélica, porque ella era evangélica, yo soy católico.
Le dimos cristiana sepultura y me vine para la casa. Sentía que el mundo se me derrumbaba.
Había estado pensando en las causales del infarto, pero bueno, usted sabe que uno aparentemente está sano pero no lo está.
Fui a cerrar la gaveta del ropero de Dulce María que había quedado abierta porque ella la había abierto.
Dulce María era muy ordenada, la pobrecita, que en  paz descanse. Acostumbraba a tener tres bolsas  plásticas en su gaveta, una con los calzones, otra con los brazier, y otra con medias y calcetines.
La bolsa de los calzones era la que estaba abierta y no ve va a creer lo que había en ella. Si se lo digo no me va a creer.
Dentro de la bolsa grande había una más pequeña de papel de un color verde claro. Había como un olor feo. La abrí de manera espontánea y en su interior había un gran sapo  que hervía de gusanos que ya habían invadido toda la gaveta.
La cabeza del sapo tenía dos alfileres clavados. Con uno se aseguraba una foto mediana de la primera comunión de la famosa Tomasa, de la que le hablé. El otro alfiler aseguraba dos papeles, el de abajo era la carta de amor que había dejado Tomasa para Dulce María antes de ahorcarse y el otro papel era una pequeña esquela, escrita en letra de imprenta con tinta roja que decía: ”Las que se hacen se pagan, hija de siete mil puta, así que aprontate que un día de estos voy por vos”. Firmaba (con su firma auténtica) Tomasa, tu amor.
Le aseguro, porque todavía conservo esos papeles la misma firma y letra que hizo la carta, era la que firmaba esta esquela. Ya no quise insistir más , porque  pocos días después encontré una esquela similar encima de la mesa dirigida  a mi que decía: “Pobrecito cornudo, vieras que esta vez si hemos gozado de verdad con mi amor Dulce María y nos estuvimos acordando de tus temores”. Firmaba Tomasa.
Bien decía la gitana: ”una bruja es cosa seria...........”.
Esta última parte del relato me entristeció  y me di cuenta que don Don Adolfo Antonio le estaba afectando bastante. Por suerte oí la voz del mecánico que nunca terminó de aprender mi sobre nombre . Señor pájaro, señor pájaro, ya está listo su vehículo. Le acompañaba Don Salvador que me traía de regalo una gigantesca sandía para que la comiera en el camino y me endulzara la vida.
Se despidieron como cinco veces de mi y se quedaron alzando su mano a la distancia.
En el camino, rompí las barreras de mi articulación conceptual para  fijar todas mis neuronas en aquel famoso caballo que se me atravesó y me hizo estrellar con un poste. Mi duda persistirá por siempre, ¿no será que la bruja jodida  con su poder mental me puso ese caballo allí para que los sufrientes deudos de Dulce María revivieran la historia del amor apasionado de su hija Tomasa?:”
Después  pensé que  Oriana no me iba a hacer caso de estas enredadas historias por más que jurara con los dedos de los pies.
A esta altura lo que más me importa es saber que las  “las brujas no existen, pero, que las hay las hay”.





·         El autor: Juan Carlos Santa Cruz Clavijo
·          Nicaragüense- Uruguayo.
·         Licenciado en Sociología en Universidad de la República, Uruguay.  Máster en Sociología Rural, Universidad de Costa Rica y Consejo Latinoamericano de ciencias sociales. Posgrado en Globalización y Desarrollo, en Universidad Autónoma de Barcelona y Universidad Centroamericana de Nicaragua.
·         Catedrático  de Metodología de investigación y  Sociología rural en la Universidad centroamericana.
·         Ha publicado Metodología de investigación en ciencias sociales. (2003). Editorial xerox digital, 187 páginas.  Managua, Nicaragua.

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