viernes, 22 de julio de 2011

El calor de los ladrillos de Diego del peñón.Relatos rurales para dormir con un ojo abierto

VI.El calor de los ladrillos de Diego del Peñón
Juan Carlos Santa Cruz
Nindirí, Masaya,  20 de julio 2011
Del peñón no es el apellido de Diego, sino que es la gente  quien siempre le ha llamado del peñón  por ser oriundo del  municipio de Nicaragua, Santa Rosa del Peñón.
Luego sus padres migrarían hacia el área rural del Departamento de Matagalpa en los límites con Jinotega. Es en esta región en donde se desarrolla el siguiente relato que tiene como figura central a Diego del Peñón.
Cuarenta y seis familias constituyeron una cooperativa agropecuaria a inicios de la década de 1980. El tiempo transcurrió y para 1988 decidieron finiquitar la cooperativa y distribuir sus tierras de manera individual entre sus miembros.
El padre de Diego, don Alfonso, estaba para ese entonces en la presidencia de la junta directiva de la cooperativa. En el momento del reparto le tocó tomar ciertas decisiones ya que el resto de los directivos, por el mismo desánimo ni siquiera asistían a las reuniones.
Para ese entonces, Diego tenía unos 20 años.
Don Alfonso asumió prácticamente sólo el reparto de las tierras. Dado que entre los cooperados había fuertes desavenencias, don Alfonso comenzó a organizar la asignación al estilo de quien mueve las piezas de un ajedrez, todo con el propósito de evitar que quienes tenían desavenencias no quedaran de vecinos, linderos.
Don Alfonso fue claro, aquellos que quedaran beneficiados en la parte más alta, en donde la tierra era más árida se les asignaría 23 manzanas, en lugar de 22 que eran las establecidas. El acto fue cerrado con las palabras de don Alfonso que insistió, “lo hablado es lo entendido”. El que tenga que hablar algo que lo diga aquí, porque mañana será tarde.  Todos aceptaron y firmaron sin ninguna objeción.
En la primer cosecha hubo varias protestas contra don Alfonso a quien se le acusaba de haber asignado tierras fértiles a sus amigos y por supuesto que a él también, en tanto que a otros les había tocado tierras arenosas.
Mientras tanto Don Alfonso, como siempre ,se dedicaba al cultivo de la tierra y la cría de ganado para leche. Diego le ayudaba por las mañanas y por la tarde llevaba un curso bíblico por correspondencia. El propósito era que una vez finalizado dicho curso, tendría las bases para ejercer como pastor evangélico en el seno de la comunidad.
La comunidad rural ya tenía otro líder religioso, un contemporáneo de Don Alfonso, se llamaba Rolando Matías Moreira. Don Rolando era un ferviente católico, casi fundamentalista. Como había dicho antes, entre los cooperados había desavenencias que muchas de ellas tenían su origen en mesas de tragos, pasando por roces políticos y religiosos entre católicos y evangélicos.
Al final todos los católicos afines de Don Rolando quedaron linderos a él, y los evangélicos afines de Don Alfonso de igual forma.
Nadie diría que una pequeña diferencia de orden religioso llegara a trastornar totalmente la vida pacífica de esta comunidad.
Don Alfonso era viudo y Diego era su único hijo. Don Alfonso era de familia evangélica, incluso su padre había sido pastor, cuando él era aun un niño .
A sus 22 años Diego comenzaba a fungir como guía espiritual evangélico. Predicando de manera sencilla, pero dejando claras las diferencias con los católicos en el sentido de no adorar imágenes, no aceptar al Papa como guía espiritual y sobre todo quitando todo el manto de seudo misterio que los católicos le otorgaban a los curas. Asimismo alfabetizando a todos los fieles para que pudieran estudiar la palabra de Dios a través de las sagradas escrituras, es decir la biblia.
En tanto Don Rolando proseguía con el estilo tradicional de venerar a Dios a través de imágenes, con el agregado que el 80% de los asistentes eran analfabetos.
Día a día se notaban las diferencias entre ambos guías espirituales. Todo ello no libre de un ambiente en cierta tensión.
Dos veces a la semana a formar círculos de lectura bíblica orientados por Diego. Todos asistían disciplinadamente de 4 a 5 de la tarde. Una hora de lectura y comentarios de manera diaria.
Desde el principio todo el mundo estaba claro que no se podía beber ni fumar, porque esa era la palabra de Dios, y quien violara este precepto quedaba fuera de la iglesia pastoreada    por Diego.
Don Rolando tenía otro enfoque, otra concepción, y sostenía que todo mundo tenía derecho a echarse sus tragos fuera de la iglesia, lo mismo para el cigarro. En algunas oportunidades incluso se mofó en público de estos preceptos evangélicos.
Para no molestar tanto a la gente- tal como lo repetía don Rolando en alusión indirecta de los evangélicos- sólo los domingos de 8 a 10 hacía la misa, la que estaba bajo su responsabilidad y no había necesidad de leer la biblia, porque para eso él era el representante de Dios. Bastaba con saber rezar el santo rosario o ya por último arrodillarse y rezar como pudiera.
No se sabe si por la diferencia de estilos de prédica, si por la alfabetización de los fieles, la locuacidad juvenil de Diego, o por todas estas cosas juntas, el asunto es que poco a poco las familias fueron abandonando la iglesia católica de don Rolando  y se integraron a la evangélica de Diego.
La molestia de Don Rolando  no era para menos, primero Don Alfonso  con el reparto de tierras en su beneficio y los suyos y ahora un mocoso disputándole el mensaje de la palabra de Dios.
Diego tenía un fuerte obstáculo en su contra, es que su esposa Ruth era hija de don Rolando y más de una vez ella se lo había dejado claro que en caso de tener que optar entre Diego y su papá, no había dudas que se inclinaba por su papá.
Cuando la envidia y el resentimiento se apodera de los seres humanos es algo muy, muy desagradable, y eso es lo que ocurrió con Don Rolando. Apareció una adolescente embarazada que se negaba a decir quién era el padre de su futuro hijo. Ella era  del grupo de apoyo de los círculos de estudio de Diego. Por razones de organización siempre se quedaba un poco más de tiempo  en la iglesia y también llegaba unos 40 minutos antes para organizar la base material de estudio.
Ruth la esposa de Diego, que se caracterizaba por ser bastante celosa, le hizo el comentario a su papá. Don Rolando, saboreó la noticia, que le venía como agua de mayo para agregar el ingrediente que le faltaba e iniciar una lucha frontal contra Diego. Hija le dijo muy calmo don Rolando a Ruth. Mira, Diego es una persona joven y  buen mozo. La muchacha seguramente primero se sintió atraída por la misión religiosa y luego por Diego. Seguramente pasó lo que es de suponer que pasaría con dos jóvenes frente a frente encerrados en un cuarto por largo rato sin la presencia de nadie. Te lo digo yo, que estoy de regreso de estas cosas, insistió Don Rolando , por si había quedado alguna duda en Ruth.
Quiero que lo entiendas, hija, si ella no quiere decir quién es el padre de la criatura que lleva en su vientre, no cabe dudas que es de Diego.
A partir de ese momento el mundo afectivo de Ruth se desmoronó y una gran sombra cubrió su relación a matrimonial.
Lo grave de todo es que la muchacha abandonó la comunidad sin dejar rastros, y la gran incógnita quedó flotando en el aire, aunque don Rolando le insistió a Ruth, que no sería extraño que el tal Diego la estuviera ocultando en la casa de algún amigo.
La relación de pareja entre Diego y Ruth se hizo trizas en menos de dos semanas. Ruth regresó con don Rolando. Diego quedó aquejado por una intensa depresión que lo obligó a tomar la fatal decisión de renunciar a su responsabilidad como Pastor. Era dura, muy dura la decisión, pero no soportaba más.
Cuando los comentarios y los rumores eran más intensos en la comunidad, trascendió la noticia de que el hijo del comisario (un viejo amigo de don Rolando) era el padre de la criatura que llevaba en su vientre la adolescente. También se supo que su esposa y él le habían prohibido tajantemente que le fuera a reconocer como hijo, al extremo que no dudarían en expulsarlo de la casa y desheredarlo.
Nada de lo anterior hizo falta, porque exactamente a las tres semanas, a la madrugada encontraron el cuerpo de la infortunada adolescente flotando, en el mismo lugar donde las vecinas del lugar lavaban diariamente su ropa. Lo único que encontraron entre sus ropas fue una foto del hijo del Comisario.
Sabido es que cuando la confianza se pierde, es muy difícil de recuperar y así ocurrió con Diego. Las puertas de su corazón estaban definitivamente cerradas para Ruth y para más de la mitad de sus fieles que también le habían retirado su confianza y hasta la palabra. Ya era tarde para arrepentimientos fingidos diría Diego.
Rompió definitivamente con Rolando, Ruth y los asistentes a su iglesia que se habían dedicado a denigrarlo. Todo se hizo público un domingo que llovía intensamente, pero que no impedía que se oyera con absoluta claridad el mensaje de Diego. La voz del nobel Pastor era clara y firme. “Buenos días queridos amigos, eso es lo que  seremos a partir de este momento, amigos , nada más.  No puedo ser pastor de quienes al igual que verdaderas víboras se han dedicado a denigrarme y ensuciar mi conducta como pastor. He tomado la decisión irrevocable de renunciar como Pastor y me retiraré a mi vida privada. Dejo a Dios la tarea de juzgar a esas mentes enfermas que han destruido mi matrimonio, mi vida familiar, mi labor como Pastor, y que no han dudado en apuñalarme por la espalda aún a sabiendas que aún fungía como Pastor de esta iglesia”.
“Muchas gracias de todo corazón a aquellos que se mantuvieron firmes protegidos por nuestro señor Jesucristo. A ellos les pido disculpas por abandonarlos en tan tristes circunstancias, pero les soy sincero, las fuerzas no me ayudan para continuar, y estoy demasiado herido. Tampoco quiero ser el pastor de almas descarriadas que un día veneran a Dios y al siguiente lo hacen con el Diablo.”
Con estas palabras se despidió de su iglesia y ya no hubo tiempo para más nada, porque ahí mismo se desplomó, quizás como resultado de una creciente debilidad ya que llevaba una semana sin probar alimentos sólidos, porque confiaba que el ayuno le ayudaría a la decisión.
Don Rolando irradiaba felicidad porque creía que su iglesia volvería a llenarse, pero no fue así, la única que regresó fue su hija Ruth.
Transcurrieron días de depresión y reflexión para Diego, tratando de diferenciar el bien del mal, y procurando  entender los niveles de perversidad en mentes como la de don Rolando y el propio Comisario de policía.
Una mañana, se levantó a las 5  como lo hacía siempre y llamó a su papá. Había tomado la decisión de abandonar la comunidad porque quería recoger dinero para regresar a cultivar la tierra con más recursos y mejor tecnología.
Su padre entendió perfectamente la decisión. Se fundieron en un abrazo y dos horas después partiría montado en su caballo blanco. Iba con rumbo desconocido a buscar a un amigo por allá en el cerro Kilambé. Lo más importantes es que había emprendido un viaje en busca de nuevos horizontes.
Don Rolando diría en misa de domingo que Diego del Peñón iba con rumbo desconocido por él ,pero muy conocido por el diablo, que desde hace tiempo era su guía.
Desde la otra iglesia le responderían que lo que ocurría es que Don Rolando confundía a Dios con el Diablo, y que no debería olvidar  las difamaciones que había hecho sobre Diego, y así una serie de epítetos que no hacían más que profundizar la herida entre ambas iglesias.
Efectivamente, hasta el cerro kilambé, montaña adentro se fue Diego del Peñón, y ahí se encontraría con un conocido de dudosa reputación, el que había conocido en un lugar también de dudosa reputación allá por el triángulo minero, cuando compraba cerdos para su papá.
Ni siquiera Diego le conocía el apellido, pero por su sobre nombre era muy, muy conocido en toda la montaña. Le decían “carnita”, pero el apodo completo era “carnita asada”.  El apodo venía porque le había estallado un bidón de gasolina cuando iba a quemar la vivienda de unos campesinos. Gran parte del cuerpo lo tenía quemado y también el lado derecho del rostro.
Carnita era un personaje de temer, un bandolero rural, que se dedicaba al abigeo, contrabando de ganado, madera, secuestros de todo tipo, y que se movía constantemente en toda la montaña. Contaba con un grupo de no más de 10 bandoleros que en sus ratos libres cultivaban sus parcelas, dando cobertura legal a sus acciones. En momentos especiales llegó a tener más de 30, pero, no le gustaba la idea, porque eso atentaba contra la seguridad del grupo.
Carnita lo recibió con alegría y de inmediato  le dijo, vos sos el hombre que ando buscando para que te encargués del asunto del negocio de la madera, que tengo a los clientes pendientes ahí nomás en la frontera. También tenemos que abastecer un par de barcos que pronto anclarán en un lugar que te indicaré en el mar Caribe, pero ahora lo que nos urge es la frontera.
Vos Diego te vas a hacer responsable de todo el paquete, y los riales que obtengas te quedas con un 70% y a mi me das el 30%. Esto para que te capitalices y si nos pasa algo que más adelante puedas montar tu propia empresa.
Diego del peñón sabía que como dicen comúnmente, en esta oportunidad “o la bebía o la derramaba”, así que aceptó el reto, sin más ni más. Asumió la nueva empresa con todo el entusiasmo un aventurero completo. En otros tiempos diría que esto era una tentación de satanáz, pero ahora, lo veía como una oportunidad.
La tarea no era fácil, había que buscar los árboles de caoba, que era la madera solicitada, había que buscar las fincas privadas para ir a robarlas, o la misma reserva nacional. Luego buscar la gente para la tala y traslado a la frontera o al mar Caribe.
Carnita no lo dejó sólo y a través de sus contactos en una semana le puso a su disposición a 150 trabajadores todos ellos pertenecientes a comunidades indígenas con las que Carnita tenía buena relación. El trabajo tenía buena paga y ellos lo conocían bien, porque desde hace cierto tiempo lo venían haciendo aunque en pequeña escala. Tres o cuatro árboles de caoba que talaban en una finca y que lo trasladaban por 20 km, y así.
Por razones de seguridad (por el ruido) no podían usar cierras de motor, así que se comenzó la tala con cierras grandes de mano manipuladas por dos trabajadores. En total tenían 54 cierras. En tres días había 400 árboles de  caoba talados en diferentes lugares, todos debidamente preparados para el traslado.
En 15 noches se trasladó toda la madera a la frontera haciendo uso de los mil puntos ciego que conocimiento de los trabajadores. Los 150 trabajadores se las ingeniaban para cargar sobre sus hombros los troncos de las caobas, y lo más increíble que lo hacían de noche, sin ningún foco, por senderos que solo ellos conocían. Caminar por la montaña no es fácil, si a ello le agregamos ríos, pantanos, piedras, abismos, cascabeles, etc.
Bien valdría la pena la descripción de dichos lugares con sus nombres propios para ubicar al lector, pero, lamentablemente la estructura del relato no lo permite.
Así trabajó duro por dos años, unas veces trasladando madera y en otras en situaciones emergentes trasladando ganado en pie, a veces en medio de feroces tiroteos, con las autoridades, los dueños y  con otros contrabandistas que querían quitarles el contrabando.
Ahora era poseedor de una considerable fortuna gracias al apoyo de carnita. Al despedirse de Carnita Diego le entregó nada menos que doscientos mil dólares, como parte de la tercera y última entrega igual a las dos anteriores. Se fundieron en un abrazo, y Diego le explicó que quería regresar a su comunidad para ejecutar algunos proyectos que tenia en mente y que había concretado sus ideas en las largas noches de vigilia de traslado de madera.
Una mañana muy temprano se oyó el relincho del caballo blanco de Diego en el patio de la casa de Don Adolfo, su papá.
Hablaron todo el día sin detenerse siquiera a comer y Diego le informó sobre sus proyectos. Hubo muchas preguntas y muchas respuestas.
Para Diego, una represa en el acaudalado rio que pasaba frente a la comunidad era una prioridad. La represa sería para riego. Luego comprar tractores, y lanzarse al cultivo de arroz a gran escala.
En tercer término la adquisición de nuevas tierras, muchas de ellas de ex cooperados que ya no soportaban las dificultades económicas.
Desde que llegó Diego a la Comunidad, Don Rolando y sus aliados comenzaron una fuerte campaña para desacreditarlo. No había misa que no hicieran oraciones precedidas por gritos histéricos de “sal satanás, sal satanás, saaaaaal  satanaaaaaas¡¡¡¡¡”. Por supuesto que todo mundo entendía que satanás era lo que Diego representaba.
En los tres años Don Rolando había recuperado parte de sus fieles con la ayuda de Ruth, y por tanto no estaba dispuesto a perderla.
Diego no venía en busca de su hija como creía Rolando. Diego estaba dominado por  una codicia que no parecía tener fin y en sus planes de pareja tenía en mente otro perfil de mujer con más personalidad que Ruth.
La primer tarea consistía en restablecer las relaciones que había cultivado en años anteriores. Quería involucrar el máximo de gente en su nueva vida empresarial. Cuidado con esos proyectos decía Don Rolando porque eso es dinero sucio. Esa es la mano de satanaz la  que dirige ese dinero. Todo lo que se haga con ese dinero está maldito y es una ofensa a Dios.
Diego prefería no confrontar a Don Rolando, y en lo posible lo aislaría.
Había que comenzar las tareas de la represa, pero eso no era tarea fácil, aunque con dinero las cosas se facilitan. Asi fue que Diego contrató una empresa especializada y en tres meses la represa estaba lista.
Toda el agua se desviaba hacia unas antiguas canteras de piedra de unos 15 metros de profundidad y unos 400 metros de diámetro. Suficiente agua para regar más de 100 manzanas de arroz. Luego vendrían las compras de tractores, nuevas tierras y la plantación de arroz.
La prosperidad había llegado para la comunidad, especialmente para los allegados de Diego. Mientras tanto la furia, el resentimiento y el odio se habían apoderado de Don Rolando que no dormía por maquinar maldades.
Pronto dio a conocer el lado oscuro de su enfermiza personalidad. Cada vez que había lluvias torrenciales se procedía a abrir la compuerta de la represa para evitar el desborde del embalse. Don Rolando y sus amigos trabajaron dia y noche para sellar dicha compuerta, mientras el rio subia sus aguas rápidamente.
Las aguas llegaban al borde superior de las antiguas canteras de piedra. Ahora solo faltaba accionar la compuerta que quedaba casi frente a la casa de Diego. A través de un mecanismo accionado a distancia la compuerta se abriría y se llevaría de cuajo la casa de Diego, y por supuesto al mismo Diego, que eran las intenciones de Don Rolando, con el discurso demagógico que había que eliminar el enviado de satanás.
Todo iba bien. Al accionar el mecanismo, la compuerta se abrió y efectivamente se llevó la casa de Diego como si fuera de papel. Fallaron porque Diego no estaba en la casa ya que hacía varias noches que dormía en la casa de su papá, porque éste tenía la presión alta.
La correntada tenía tal potencia que desvió su curso y arrasó 8 viviendas con las respectivas familias, todos ellos allegados a Don Rolando. Además se llevó el edificio de la iglesia católica , también a Don Rolando y parte de su familia, menos a Ruth que estaba en la ciudad.
A la mayoría de los cuerpos los encontraron a un kilómetro de la comunidad en medio de unos grandes pedregales, rodeados de zopilotes.
El escándalo estalló y el comisario encabezó la cacería contra Diego y sus allegados. El Comisario, hacía tiempo tenía ganas de capturar a Diego, por los comentarios que éste había hecho sobre la adolescente ahogada y su responsabilidad como co autor.
Ahora la policía lo perseguía y también lo hacían cuatro hijos de Don Rolando que habían venido desde otra comunidad a hacer justicia por su propia mano.
Nuevamente Diego montaría en su caballo blanco y emprendería veloz fuga hacia la montaña. No quería regresar donde Carnita, así que recordó que a mitad de camino tenía unos amigos que tenían a la venta un complejo para elaborar ladrillos. Les ofreció un buen precio, y ellos le garantizaron el mercado. En reciprocidad Diego siguió trabajando con el personal que ellos tenían.
Diego conocía muy bien el entorno de la montaña y los movimientos de toda el área, y contaba con contactos diversos, fruto de sus actividades ilícitas de contrabando de madera y ganado. Fue así que recibió un mensaje de un amigo de Carnita, en donde le anunciaba que cuatro sujetos andaban en su búsqueda. También le informaba que a uno de ellos le faltaba un brazo. Diego de inmediato supo que eran los hijos de Don Rolando que le andaban buscando para matarlo.
A través del mismo mensajero le pidió a Carnita gente de confianza. Al siguiente día los cuatro eran capturados  por la gente de Carnita, mientras dormían. Esta era una tarea de rutina para ellos, así que los amarraron y les sellaron la boca con selladores especiales para que no pudieran hablar ni gritar. Luego los dejaron discretamente detrás de uno de los hornos que estaba ardiendo a todo volumen.
En la noche, mientras todos dormían, Diego procedió a lanzar uno a uno a las poderosas llamas del horno para elaborar ladrillos (800 grados de temperatura). Acto seguido cerró la puerta del horno, se secó el sudor de la frente y regresó a su dormitorio. No había dudas que éste también era el lado oscuro de Diego, y que por lo visto, lo tenía muy practicado en la escuela de carnita.
A los pocos días, Diego argumentando que no le gustaba la actividad finalizó vendiendo el complejo a mitad de precio y en dos pagos.
Los que compraron los hornos decidieron clausurar actividades por unos seis meses hasta adecuar la producción al mercado.
Los familiares  de  los hijos de Don Rolando encabezados por Ruth y la propia policía buscaron en todo el territorio y no encontraron rastros de los mismos.
Exactamente al año, los trabajadores mientras cargaban ladrillos en uno de los hornos encontraron en una esquina del mismo, cuatro cráneos semi calcinados. A las dos horas estaba toda la prensa en los hornos, y encabezaba la comitiva el Comisario.
Después de los exámenes en medicina legal se llegó a la conclusión que eran los hijos de Don Rolando porque encontraron un trozo de metal duro que usaba como garfio uno de los hijos que le faltaba un brazo.
Diego ya hacía un cierto tiempo había regresado donde Carnita y seguía con la rutina de siempre y con buen suceso.                      
Un empleado de Carnita tuvo un feo incidente con Diego. Diego en un acto imprudente le cortejó la mujer a uno de los secuaces de Carnita. Carnita habló de inmediato con Diego y le advirtió que tuviera cuidado porque ese tipo de cosas en ese medio se pagan caras.
Más tarde mientras se bebían unos tragos Carnita le decía a Diego, hombre me hubieras dicho el lugar, el tipo de mujer y su edad que deseabas y nosotros te la hubiéramos traído en un abrir y cerrar de ojos. Así operaban estos bandoleros rurales, pero Diego, otra vez se había equivocado con la elección de mujer.
El afectado y humillado por Diego, decidió tomar venganza, porque para él eso era inconcebible, y  no  podía permitir que se pisoteara así su hombría, decía, el enfurecido sujeto.
Dado que era uno de los que había capturado a los hijos de Don Rolando tenía la información completa, así que decidió dar parte a Ruth en la comunidad. Disfrazado de comprador de cerdos llegó a la comunidad y se entrevistó con Ruth, y ella para disimular le vendió dos chanchos.
El ofendido sujeto le dijo donde estaba Diego, pero le advirtió que era un lugar muy, muy peligroso, pero que si le pagaba bien él se comprometía a entregárselo vivo a mitad de camino, entre la montaña y la comunidad.
Efectivamente, capturó a Diego, y lo llevó durante la noche en busca de Ruth, y ahí completó la misión doblándole la columna vertebral, tal como si fuera un feto, luego la amarró bien. Venga Doña Ruth que el trabajo ya está hecho. Ruth se hizo la señal de la cruz como católica que era ahora, pronunció algo que no alcanzó a oírse y empujó el cuerpo aún con vida de Diego, lo hizo girar sobre si mismo como si fuera una llanta de carro, y cuando tomó velocidad le dio el ultimo empujón para que descendiera velozmente al fondo de un gigantesco abismo crispado de piedras con poderosas puntas.
Luego se sacó de la bota un gran fajo de billetes y se los entregó como pago al denunciante, y éste partió raudo hacia la montaña, no fuera cosa que la gente de carnita los estuviera siguiendo.
Ruth ya más tranquila tomó el caballo blanco de Diego al que quería dejar abandonado lejos del lugar de los hechos, sobre todo que no había testigos.
Al pasar por una rama seca de un frondoso árbol, ésta le tocó el sombrero y éste se fue al suelo. Ruth se bajó de su caballo, se agachó para recogerlo, y ese fue el momento en que el caballo blanco le partió la cabeza con una descomunal patada. Fue tan potente que parte de la masa encefálica quedó en la herradura de la pata del caballo blanco. Diego lo había adiestrado para que pateara todo lo que se le acercaba por detrás.
La encontraron dos días después en medio de zopilotes que comenzaban a despedazar su cadáver.
Al lugar de los hechos llegó el Comisario acompañado por su hijo, su demente hijo que había perdido la razón  poco tiempo después que apareciera su joven amada ahogada en la laguna de la comunidad. Actuaba como niño y no se despegaba de su padre, a su vez, su padre lo adoraba y mimaba todo el tiempo.
El hijo del comisario, aún en su demencia, tenía la idea fija sobre la responsabilidad de Ruth en la muerte de su amada, y de su futuro hijo.
Mientras el Comisario amarraba su caballo a la sombra de un gigantesco árbol, el muchacho con agilidad felina corrió hacia el cadáver de Ruth y sin perder un segundo lo roció con un galón de gasolina que llevaba en su mochila. Acto seguido le lanzaría un fósforo, precedido por un grito desgarrador de maldiiiiiiiiitaaaa. Entre su impericia y demencia se acercó demasiado a la explosión de fuego y gasolina, y su cuerpo al igual que el cadáver de Ruth fueron devorados por las llamas.
Parecería que el calor de los ladrillos encendidos por Diego en la montaña había llegado hasta lo más profundo de la conciencia del  Comisario que en última instancia era el primer responsable de todas las muertes ocurridas en la comunidad.
Es cierto que ese día el Comisario no murió físicamente, pero por la fatalidad de su hijo su vida perdió sentido y se fue acabando lentamente, al extremo de no quererse levantar de la cama. Exactamente a los dos meses encontraron su cadáver flotando en el mismo lugar que se había ahogado la adolescente con su futuro nieto en el vientre.
En el otro extremo del sendero de la montaña, allá en la comunidad, nuevamente se oyó el relincho, una y otra vez, del caballo blanco de Diego, en el patio de Don Alfonso, pero esta vez había un sepulcral  silencio y nadie salió a recibirle.









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