viernes, 22 de julio de 2011

LA SOLEDAD DE LOS GALLOS DE DOÑA ADELA. Relatos rurales para dormir con un ojo abierto

La soledad de los gallos de doña Adela
Juan Carlos Santa Cruz
Nindiri, julio de 2011
Desde mi niñez me encantaba llegar de visita a la casa de Doña Adela. Sentía profunda atracción por el coro de mil quinientos gallos de pelea encerrados en grandes jaulas.
Doña Adela Berrogorry Vizcaíno era oriunda del País Vasco. A sus 25 años hizo maletas y se lanzó a la aventura hacia América Latina, y más específicamente a Nicaragua. Llegó para quedarse como lo repetía una y otra vez cuando se le preguntaba. La última vez que la ví me dijo que había cumplido 70 años, aunque no parecía.
Más de la mitad de su vida la había dedicado a la cría y venta de gallos de pelea, y  por supuesto que su afición a las riñas de gallos le había dado gran parte de la fortuna que poseía.
La  vida de Doña Adela no había sido fácil, particularmente por los momentos trágicos que enlutaron parte de su existencia. Ella en su deseo de organizar su vida  familiar en pareja nunca imaginó que la tragedia sería su eterna acompañante.
Doña Adela tenía un carácter fuerte. Con ella no había medias tintas. Sus órdenes se cumplían y punto.
Trabajaba duro durante la semana, y los sábados en la tarde le gustaba tomar sus tragos. Como éramos amigos y vecinos de finca, estábamos atentos al aviso de que ya era hora de beber. El aviso eran dos tiros de escopeta calibre 12. Con el tiempo los celulares sustituyeron tan peculiar aviso.
Cuando ya le habían llegado los tragos le encantaba bailar, y bailaba solita . También que cuanto más bebía más arisca de los hombres se ponía.
Parecía que Doña Adela había nacido con el dedo en el gatillo de su escopeta calibre 12, y su pistola calibre 45 milímetros. Tenía su propio polígono de tiro, así que a 50 metros no se le escapaba nada.
Si bien nuestras fincas estaban en los alrededores de la ciudad, hasta allí montados en motocicletas llegaban ladrones de gallos cargando grandes sacos para proceder al robo.
En la primera fase de su vida empresarial Doña Adela no tenía perros, así que se las ingeniaba para crear mecanismos de alerta al mejor estilo artesanal. Era incansable en la renovación de sus alertas.
Una de las alertas artesanales que mejores resultados le había dado consistía en la instalación de dos hilos de alambre casi a ras del suelo alrededor de la entrada del área donde estaban las jaulas de gallos. Se las arreglaba para cubrir los hilos con malezas de modo que los ladrones tropezaran en uno de los hilos, o en el otro hilo que estaba a unos 40 centímetros más adelante. Al tocar el hilo derribaban las latas vacías que estaban ubicadas en una estantería del dormitorio de doña Adela. Ahí mismo doña Adela accionaba el segundo mecanismo que consistía en encender unos grandes focos que se alimentaban en cuatro baterías de camión.
Las luces apuntaban directamente hacia el lugar en donde estaban las alertas. El tercer paso era afinar la puntería, ya fuera con su pistola, su escopeta o el rifle calibre 22 con mira telescópica. Según los vecinos más cercanos Doña Adela quebró las piernas  a unos 18 ladrones,  que incursionaron en distintos momentos en el transcurso de los años.
A todos los encerró en la cárcel. Aunque no tardaban en salir guardaban, lógicamente mucho rencor hacia Doña Adela, pero, según sus comentarios en mesas de trago no se animaban a vengarse porque Doña Adela siempre portaba su pistola calibre 45, la que guardaba discretamente en su bota de piel, la que a su vez cubría con pantalón azulón dado que así era su vestimenta.
Dicen que “gallina que come huevo aunque le quemen el pico”, así que los ladrones cambiaron de estrategia y se infiltraron como peones para identificar bien las famosas alertas artesanales. Como respuesta Doña Adela formó un verdadero comando de 12 perros pitbull para vigilar y confrontar a los perros de los ladrones. Estos perros de los ladrones estaban adiestrados para capturar gallos sin lastimarlos.
Doña Adela, tenía bien definido sus pasos en relación a los gallos. De las jaulas al patio cercado con una malla acerada de 3 metros. El patio tenía un portón que desembocaba en un pasadizo de 2 metros también resguardado por una malla de 2 metros por ambos lados. Ese enmallado tenía 800 metros de largo y estaba dispuesto bordeando el  predio donde estaban las jaulas, es decir, rodeando las infraestructuras.
Todos los días a las 5 y media de la mañana comenzaba el ejercicio de fortalecimiento muscular de los gallos, finalizando dos horas después. Primero todos los gallos ingresaban a ese pasadizo enmallado. Luego ingresaban 6 perros pitbull, los que permanecían inmóviles a la entrada del portón. Luego sonaba un pito, que accionaba doña Adela montada en un triciclo a motor.
Sonaba el pito, se encendía lo motocicleta y comenzaba el ladrido de los seis perros pitbull arriando a los gallos, mientras tanto doña Adela los controlaba desde afuera de la malla.
Comenzaba entonces el recorrido de 800 metros, y luego vendrían otros 800 y otros hasta cumplir las dos horas establecidas . Después de la primer hora ingresaban los restante seis pitbull en sustitución de los otros que lucían agotados.
Era un espectáculo singular con gallos que abrían sus alas, saltaban, volaban, cantaban y sobre todo corrían y corrían asediados por los perros, que los empujaban con el hocico, pero no los llegaban a morder.
Doña Adela rosaba la malla con una especie de chischill de metal que espantaba tanto a los gallos como el ladrido de los perros.
En esas dos horas, los tres  peones de Doña Adela se encargaban de preparar alimentos y agua para gallos y perros. Doña Adela ya había desayunado leche en polvo con hojuelas de avena. Nada de grasas en la mañana y siempre con su paso atlético y rápido.
Doña Adela construyó una gallera a la entrada de la ciudad, y en ella domingo a domingo se hacían y perdían fortunas. Llegaba los domingos muy temprano con sus tres peones, los cuatro portando pistolas, las que escondían entre sus ropas. Se instalaba en la mesa con varios cuadernos, rodeada de sus tres peones y uno de ellos hacía de enlace con  los encargados de la pelea de gallos. Doña Adela nunca veía la pelea, sólo esperaba resultados y administraba el dinero del juego. Nadie se le iba sin dejar cuentas claras. A las cuatro de la tarde recogía los gallos en un camión cerrado y regresaba a la finca.
Muchos galleros comentaban que la figura de Doña Adela le imponía temor en la gallera. No bebía, y hablaba con muy pocas personas y era la única mujer.
Las anécdotas abundan sobre situaciones presentadas en la gallera, pero hay una, que quedó grabada en la vida de Doña Adela. Un domingo como a las 11 y 30 llegaron a la gallera unos finqueros, conocidos como los hermanos Peña de los que no se hablaba muy bien por su grado de prepotencia y perfil casi delincuencial. El juego ya estaba cerrado, entonces ellos comenzaron a protestar, botaron mesas, quebraron botellas y uno de ellos se dirigió a Doña Adela dando gritos. Ella estaba bebiendo agua de coco. “Que es la mierda, vieja jodida, usted cree que a nosotros nos va a prohibir jugar, pero quien se ha creído que es, si al lado de nosotros usted es una pobretona, matrona de chancleta”.
Nadie se explica la velocidad con que actuó doña Adela, con una mano le lanzó el coco a la cara, y con la otra le metió el cañón de su pistola 45 en la boca, con tal fuerza que le quebró dos dientes, y no pasó a más porque sus peones  retiraron al sujeto que manaba profusa sangre por la boca y nariz. Los escandalosos no se hicieron rogar y se alejaron raudos montados en sendos caballos en medio de la gritería y silbatina de los presentes.
Esa era doña Adela, a la que no se le puede separar en su perfil, de sus 1500 gallos de pelea. Su vida transcurría en cría, descarte, venta y pelea de gallos. Su riqueza era prudencial aunque como veremos más adelante las fortunas crecen y desaparecen rápidamente.
Desde el día del pleito con los Peña en la gallera doña Adela concluyó que tenía que tener un marido. A sus cuarenta y tres años no era fácil encontrarlo. A ella le gustaba hombres de carácter, decididos, y por supuesto con recursos. Fue así que conoció a Don Fermín Céspedes, un finquero de 59 años. Era un hombre que no era muy apreciado en el lugar, particularmente por su forma de hacer negocios. Doña Adela lo sabía, así que cuando unieron sus vidas fue muy clara. Vos Fermín te ocupás de lo tuyo que son los caballos y yo me ocupo de mis gallos. Está claro Fermín insistió Doña Adela, a lo que respondió afirmativamente Don Fermín.
La pasión de Don Fermín eran los caballos de carrera, puros o de raza que le llaman.
Don Fermín tenía un procedimiento de despojo a los campesinos que chocaba con lo más elemental de los principios morales. Buscaba a medianos propietarios de tierras, los entusiasmaba con las carreras de caballos y las posibilidades de hacerse ricos rápidamente. Para eso les regalaba caballos, la alimentación, le proporcionaba jinetes, les construía caballerizas, etc.
Todos quedaban encantados, y para cerrar con broche de oro el dia antes de la carrera les pasaba dejando un gran fajo de dinero para que jugaran a sus caballos. Para cubrirse sus espaldas les recomendaba que no dijeran a nadie que él les entregaba ese dinero, porque según sus palabras se podría mal interpretar.
Si alguno de los caballos sufría una quebradura, o estaba enfermo don Fermín se los sustituía de inmediato. Lo único que tenían que hacer sus vecinos beneficiados era firmar cada vez que don Fermín les hacía cualquier entrega.
Un buen día aparecía Don Fermín acompañado por un policía dejando citatorias para el juez, el que también había recibido buena paga de parte de Don Fermín. El tema era la deuda que había llegado a un plazo fatal y no habían pagado nada. Estamos hablando de una deuda por caballos, alimentación, pago del jinete, préstamos abundantes para apostar a sus caballos entre otros. Todo debidamente documentado y acompañado por las respectivas firmas de los afectados.
A la semana siguiente ya estaba la decisión del juez, y Don Fermín auxiliado por una diligente policía procedía a dar el ultimátum a los afectados para que abandonaran esas tierras que ya no le pertenecían.
Más tarde el tal don Fermín presentaba otro perfil delincuencial y de maldades.  Venía a notificar a los afectados que podían quedarse en sus casas para seguir el proceso de negociación, supuestamente de reintegro de las tierras . Esta oferta la hacía con algunas condiciones que eran aceptadas por los desesperados campesinos. Según cuentan no quedó ni una hija  de los afectados, mayor de los 12  años que bajo diversos artilugios no haya tenido sexo con don Fermín. Comentan que a las que eran vírgenes les regalaba un fajo de dinero, por supuesto que no a ellas sino a sus padres, con el argumento, que se ayudaran que la vida estaba muy cara. Como tenía doble moral no dudaba en reconocer y ponerles su apellido a los hijos de las jóvenes que muchas veces a la fuerza embarazó. Doce muchachos de esas familias llevaban el apellido Céspedes y en total aparecieron 23 hijos al momento de su muerte.
Doña Adela sabía que se trataba de un hombre aventurero, pero los relatos de Don Fermín nunca coincidían con los del resto de la gente.
Las tierras de Don Fermín parecían no tener fin, y abarcaban unos 15 kilómetros a la redonda, y por supuesto, que gran parte de ella adquirida de manera turbia, turbia. Tenía una riqueza inmensa, muchos adversarios y muchos admiradores de aquellos que siempre tienen  la esperanza de una ayuda aunque arriesgaran hasta sus  hijas como se mencionó antes.
Todos sabemos que la ambición no conoce límites. Es así que don Fermín avanzada en el despojo de tierras, hasta que se encontró con unos finqueros que tenían el mismo perfil que él. Ellos decidieron resolver el problema en una carrera de caballos en las fiestas patronales del pueblo aquel. Hay muchos finqueros que viven montaña adentro como es el caso de estos señores, de manera que no eran conocidos de don Fermín.
En la mañana hubo fervor religioso y desde el mediodía corría el licor como agua.  En este ambiente es que comenzaron las carreras de caballos. En la parte final de la senda, junto a los jueces estaba como siempre don Fermín montado en un corcel negro que brillaba con el sol. Estaba rodeado de sus propios matones y sus adeptos. A pocos metros estaban los tres hermanos dueños del otro caballo . El caballo favorito era el de don Fermín. Cuando se acercaron al final, el caballo de don Fermín tenía una ventaja de cuatro cuerpos por lo que  no había dudas que sería el triunfador.
Los gritos de vivas no se hicieron esperar, y don Fermín levantando su sombrero aludo decía ganamos, ganamos,ganamos. De pronto se oyó una voz gruesa que parecía salir de las cavernas que decía y nosotros también ganamos. Al instante un fuerte lazo cayó sobre el cuello de don Fermín y luego la estampida de seis montados en donde iban los tres hermanos dueños del otro caballo. Arrastraron el cuerpo de don Fermín por un tramo de unos 500 metros que era el largo de la pista de carreras y  luego parecería que levantaron su cuerpo y se lo llevaron con rumbo desconocido.
El susto les pasó la borrachera a todos los asistentes. En el pueblo, solo se comentaba, ya vio mataron a Don Fermín, mataron a don Fermín, mataron a Don Fermín.
Era como si los hubiera tragado la tierra a los hermanos Peña que ese era su apellido.
Al tercer día del secuestro de don Fermín, nuevamente la población se estremece. Resulta que doña Adela tenía una jaula vacía que había sido de una lapa, que por ser muy escandalosa Doña Adela la había regalado. Ya estaba amaneciendo, eran algo más de las 5 de la mañana. Doña Adela no había podido dormir nada y estaba histérica. De pronto lo que vio la impactó terriblemente.
En la jaula estaba nada menos que la cabeza de Don Fermín con una nota en la boca que decía:”Adelita, matrona de chancleta, aquí te dejamos la cabeza del caballero, con dos dientes quebrados, por aquello de la dulce revancha. Llevalo al dentista por favor”.
Resulta que los tales hermanos Peña eran nada menos que los del incidente en la gallera en donde doña Adela le que quebró dos dientes a uno de ellos con su pistola 45.
No había dudas que don Fermín había caído en su propia ley, porque al fin y al cabo a nadie se le olvidaba cuando unos campesinos no querían abandonar sus viviendas y don Fermín les prendió fuego a sus ranchos y murieron quemados dos niños.
Con la muerte de Don Fermín aparecieron 23 hijos reclamando herencia. Doña Adela cortó por lo sano, se buscó un abogado y entregó todas las tierras a los hijos. Ella se quedó con los caballos de raza, los que vendió al mejor postor en un abrir y cerrar de ojos, y eran nada menos que 82 caballos. De inmediato le abrió una cuenta a su hijo Sebastián para que en una emergencia se ayudara.
Sebastián no era hijo de Don Fermín y solo llevaba el apellido de ella que era Berrogorry.
Poco a poco Doña Adela se fue recuperando del impacto de la muerte de don Fermín. En verdad que la rutina diaria era agradable. Hacía correr por dos horas a los gallos para que estuvieran fuertes y luego los reunía en el patio.  Nosotros los humanos cuando estamos fatigados lucimos cabizbajos, con pocos deseos de ser expresivos. Los gallos en cambio, tienen un comportamiento muy simpático dado que se encuentran frente por frente baten su alas y cantan como victoriosos y desafiantes. Estas y otras actividades de las muchas que había que desarrollar para mantenerlos en forma le facilitaron las cosas a doña Adela. No obstante, dice el dicho popular que las desgracias no vienen solas y le esperaban momentos muy duros a doña Adela.
Doña Adela,  tal como hacía jueves a jueves se fue a misa a la capital, porque no simpatizaba con el cura de la ciudad porque lo veía muy izquierdista. Entiendo que iba los jueves por ser el día del santísimo, y porque los domingos los tenía muy ocupados.
Casi siempre se quedaba de compras y visitando algunas amigas, y finalmente siempre regresaba a la noche.
Un vecino quería cruzar su perro pitbull con una de las perras de doña Adela, por cierto la más mimada por ella. Doña Adela ya lo había autorizado por lo que los peones encerraron al perro y la perra en celo en el garaje para que no los molestaran los demás perros.
A las nueve de la noche regresó Doña Adela, bajo una torrencial lluvia. Abrió el portón y metió la camioneta. Cuando ya iba cerrar el portón la perra se le puso en dos patas para saludarla y ella le tocó como siempre las orejas. Fue la última caricia que hizo porque el perro pitbull del vecino muy nervioso por la perra en celo se le abalanzó y lo primero que hizo fue morderle la pierna derecha hasta casi cortársela y luego prosiguió con el brazo izquierdo. Por suerte al quedar el portón sin cerrar uno de los peones oyó los desesperados gritos de doña Adela y dio por finalizado el incidente con un certero tiro calibre 38 en medio de la cabeza del enfurecido perro.
Después de un costoso tratamiento doña Adela regresó a la finca, pero ya no era la misma.  Le faltaba la pierna derecha y el brazo izquierdo, porque no hubo forma de recuperarlos. A partir de entonces sólo caminaba en silla de ruedas. Para una mujer con el carácter fuerte de doña Adela eso era fatal, pero lo aceptó con estoicismo.
Doña Adela antes de conocer a Don Fermín había estado interesaba en el cultivo de madera preciosa, fundamentalmente caobas que tenían gran aceptación en el mercado. Fue así que había adquirido cierta cantidad de tierras en las cercanías de la gallera, pero buscando la montaña, y otra en la profundidad de la montaña, ésta bastante alejada y aislada.
En la más cercana Sebastián tenía su cabaña construída con caoba y amueblada con todas las comodidades de la ciudad. Ahí vivía gran parte del tiempo.
La otra finca se ubicaba como dije en la profundidad de la montaña y sólo se llegaba en mula o en helicóptero. También ahí doña Adela había hecho una réplica de la otra cabaña, de manera que ambas eran confortables , aunque la segunda era visitaba de manera esporádica por ella.
Con el tiempo, Sebastián que no simpatizaba para nada con la cría de gallos comenzó a vincularse a las actividades madereras. Ahí fue estableciendo ciertas relaciones sociales con empresarios madereros, unos decentes y otros ligados a la mafia maderera, el narcotráfico y el crimen organizado. Esas tres figuras eran de difícil separación en la profundidad de la montaña.
En una tarde del mes de agosto estando Sebastián en la finca de la profundidad de la montaña se formó una gran tormenta, con rayería, viento y lluvia. Llovía a cántaros y de pronto aquel golpe, mezcla de trueno, explosión o como que algo golpeó en la tierra. Sebastián iba de ponerse de pie a encender una lámpara y quedó como paralizado. Pasado el primer impacto Sebastián tomó un gran foco que tenía y salió a indagar lo que había ocurrido. A unos 50 metros de su cabaña estaba incrustada en la tierra la parte delantera de una avioneta y sus dos tripulantes muertos. No hubo explosión, pero la avioneta estaba partida en tres .
Ya no había truenos y tampoco  lluvia. Sebastián que ya conocía de casos similares, revisó con gran sigilo hasta que encontró debajo del asiento del piloto dos bultos llenos de dólares, uno de ellos del tamaño de un quintal. Encima de los asientos había sacos con tacos de cocaína en abundancia, y con el golpe muchos estaban esparcidos.
Sebastián que conocía el medio  casi sabía  que la avioneta pertenecía a la mafia maderera, asi que dejó a un lado la cocaína, y procedió a esconder los bultos de dinero entre dos grandes rocas que a su vez por debajo tenían una especie de caverna, que prácticamente solo él conocía.
Regresó con un bidón de gasolina y lo esparció encima de los tripulantes muertos, y también quemó parte del avión, pero sin afectar la cocaína.
Luego con gran espaviento se fue en busca de los vecinos a comunicar la desgracia.  Al poco tiempo todo aquello estaba lleno de pobladores queriendo agarrar su taco de cocaína. En lo mejor del reparto aparecieron unos sujetos, venidos quien sabe  de donde con pasa montañas armados con fusiles AK 47 dando culatazos a todo el mundo y completando la acción esparciendo gas pimienta. Todo el mundo salió en desbandada. Ellos sabían quien era Sebastián, y le agradecieron por su propio nombre.
Los sujetos recogieron la cocaína en una de las partes del avión, y luego comenzaron una minuciosa búsqueda por el lado de los asientos de los tripulantes. Tuvieron entre ellos un diálogo en voz baja como por cinco minutos, y a juzgar por el tipo de ademanes graves que hacían la cosa estaba complicada. Ya siendo bien noche se retiraron  dejando en el lugar a cuatro sujetos armados hasta los dientes, con radio comunicadores y un teléfono satelital.
Sebastián suponía que la gravedad de los ademanes de los sujetos estaban referidos al faltante del dinero. No obstante estaba tranquilo, porque los sujetos encontraron los sacos del dinero medio quemados debajo del asiento del piloto, asi como cierta cantidad de dinero también medio quemado expresamente por Sebastián. En su ingenuidad acerca de lo que es capaz la mafia maderera Sebastián tarareaba la letra de Pedro Navajas: ….se hizo fácil…engañarlos…
Pasaron los días hasta que los mismos custodios recibieron instrucciones precisas y procedieron a quemar la avioneta sin dejar rastros.
Sebastián respiró profundamente porque según él era un caso cerrado, por tanto él quedaba con las manos libres. Eso pensaba Sebastián, y otra cosa pensaban los dueños del dinero.
Sebastián se fue a la capital y contrató la mejor empresa de obras verticales  los que en un mes habían construido un night club en la capital departamental que era un verdadero espectáculo, con casino, habitaciones a todo lujo, dos pisos, y bailarinas bellísimas. Exactamente a los 30 días se inauguraba el night club Berrogorry. Lo que parecía una idea descabellada no fue así. Se llenaba de gente pudiente, entre ellos destacaban personajes ligados al comercio de la madera, conocidos como la mafia maderera, otros empresarios de la región y en fin muchos turistas excéntricos que les llamaba profundamente la atención el nivel del night club en un area casi rural. En otras palabras era un centro para gente con dinero, y si es posible con mucho dinero.
Sebastián se contactó con empresarios del mundo del espectáculo y en pocos días tenía bajo su mando un selecto grupo de bailarinas  super bien pagadas en dólares y con salarios que cualquier profesional liberal quisiera ganar en un día de trabajo.
Era evidente que Sebastián comenzaba a establecer relaciones públicas con otro tipo de gente algo distinta a la rústica de los alrededores de sus fincas.
A los pocos días ya estaban tras sus pasos los capos de la mafia maderera los que habían viajado desde el exterior porque estaban seguros que el dinero que manejaba Sebastián era de ellos. Los mafiosos contactaron a una bailarina muy distinta a las demás, en primer término más bella y desde luego muy recatada, al extremo que no hablaba con nadie del público, solo con Sebastián.
La bailarina muy sigilosamente fue atrayendo la atención de Sebastián hasta que logró que este perdiera los estribos, y no era para menos con aquella hembra que parecía caída del cielo por lo bella y cariñosa. Su luna de miel fue inolvidable.
La bailarina no obstante tenía una tarea que cumplir y era el convencer a Sebastián que era el amor de su vida y que era capaz de hacer cualquier cosa por no perderlo.
Sebastián, que se había criado muy solo, con poco cariño y con bastantes discrepancias con su madre por la conducta de don Fermín, encontró una especie de refugio espiritual en Tatiana, que así se llamaba esta beldad, oriunda de  Rusia y cuyo apellido pocas veces usaba por lo difícil de pronunciar y se escribe Gvishiani. La había traído desde España Elías el jefe de la mafia maderera de la región y constituía una de las tantas mujeres que ellos contrataban para sus orgías pagadas en dólares. Con un metro setenta y cinco, sus nalgas y senos parados, su piel blanca algo cobriza y un cabello rubio que brillaba intensamente con el sol esta beldad dejaba con la boca abierta a más de un cliente, y hasta algunos comentaban que cuando la veían se les ponía la piel de gallina.
Sebastián se sentía el campeón , el hombre que ganó el cariño de una mujer espectacular y que no le pedía nada, sólo que la amara, respetara y le hiciera el amor intensamente.
Doña Adela ya no era aquella matrona de la que habíamos hablado antes. Ahora en su silla de ruedas sin una pierna y un brazo se le veía abatida.  Un día de tantos Sebastián se la presentó a Doña Adela y poco después se instalarían en donde había sido el dormitorio de don Fermín Céspedes.
Tatiana tenía una tarea ineludible que era investigar si el resto del dinero estaba en poder de Doña Adela, o al menos en alguna de las cuatro cajas fuertes que estaban en el dormitorio que dormían y que habían pertenecido a don Fermín.
Por su parte, Sebastían para inaugurar la nueva relación se había comprado un carro mercedes benz, de color rojo quemado, de dos puertas. También el carro era una belleza y sobre todo que costaba una fortuna.
Tatiana no perdía el tiempo y antes que se le pasara la pasión a Sebastián comenzó a utilizar estrategias de alejamiento para consolidar la relación. Decía Tatiana que ella tenía madre y padre y a continuación les enseñaba sus fotos que llevaba consigo en la billetera. A sabiendas como pensaba doña Adela comentaba que sus padres se fueron huyendo de Rusia porque no soportaban a los comunistas, y que ella siempre había vivido con ellos en España, pero que por un disgusto que tuvo con su papá se había separado de ellos pero que ahora estaba muy arrepentida. Es que Doña Adela yo quiero ir a verlos, pero Sebastián parece que le da temor que no vuelva. Muchacho no seas tonto y permitile ver a sus padres, acaso vos no me ves todos los días.
Sebastián no lo dudó y al día siguiente la llevó a la capital para que dos días después se tomara el avión hacia España. Allí la estaba esperando Elías el jefe, que recibiría un reporte completo de la misión encomendada a Tatiana.
En el informe Tatiana decía que estaba segura que el dinero no estaba en la casa de doña Adela porque ella instaló cámaras y micrófonos en toda la casa y nunca obtuvo evidencias de movimientos sospechosos.
Todo indicaba que la búsqueda había que focalizarla en las fincas de Sebastián. Elías estaba algo preocupado y decidió enviarla nuevamente para que regresara con Sebastián y estuviera atenta a las orientaciones.
A la semana de regreso, más enamorada que nunca, Tatiana esperaba orientaciones y no llegaban. Sebastián quería comprar más tierras así que se la pasaban de un lado a otro, y ella generalmente se quedaba en el carro. Encendía el aire acondicionado y ponía música a todo volumen hasta que un día se le cayó un CD y fue a parar debajo del asiento de Sebastián y al meter la mano encontró un bolso. Quiso sacarlo pero lo sentía como pesado hasta que finalmente logró.
En ese bolso negro estaba el principio del fin de Sebastián. Tatiana estimó que el bolso pesaba más de un kilo y contenía billetes de cien dólares. Todo indica que era bastante dinero, pero, Tatiana, fue cautelosa, le tomó una foto al dinero a través del celular y ahí mismo la envió por correo electrónico a su jefe Elías.
Elías estalló de alegría, porque sabía que con mecanismos de presión Sebastián terminaría hablando.
Tatiana siguió con la rutina como si nada, y lo entusiasmó para que mejoran la carretera hacia la finca y que hicieran una escuela para 80 niños en los alrededores de la finca, y que les garantizara el pago a los maestros por un año. Todas estas peticiones fueron órdenes para Sebastián y en pocos días las obras estaban terminadas.
Finalmente Tatiana recibió un mensaje cifrado en su celular. Se le informaban que se iniciaba el plan C que consistía en el secuestro de Tatiana. Para ello aparecería en el night club el mismísimo Elías que estaría al frente de las operaciones.
Tatiana prácticamente no bailaba, por estar acompañando a Sebastián, y él estaba bebiendo más de la cuenta impulsado por ella.
Una noche mientras Sebastián se pasaba de tragos en su night club, acompañado de su beldad de bailarina, entraron varios clientes, dos primero, y resto detrás como una especie de escolta. Todos muy bien vestidos de saco y corbata. Pidieron una botella de licor y luego llamaron a cuatro bailarinas para departir.
De pronto uno de ellos que parecía el más importante se dirigió a la mesa de Sebastián, y con mucha educación solicitó autorización a Sebastián para que Tatiana acompañara a las demás y por supuesto que también Sebastián se integrara al grupo. El visitante que era nada menos que Elías fingía desconocer que Sebastián era el dueño del local, y mucho menos que Tatiana era su amante. Sebastián casi molesto respondió que prefería estar en pareja. El visitante se disculpó y les deseó una feliz noche. En realidad Elías tenía la necesidad de verificar si Sebastián llevaba consigo el bolso negro con el dinero y efectivamente lo tenía encima de una silla como si cargara pan en él.
Llegó el momento para  que Tatiana  dejara caer suavemente una pastilla de un barbitúrico potente. A la media hora Sebastián no soportaba el sueño. Hizo grandes esfuerzos , incluso fue al baño a lavarse la cara, pero no perdió la noción y se llevó el bolso consigo. A los 45 minutos dormía plácidamente con el mentón encima de una servilleta en la mesa.
Diez minutos después Tatiana abandonaba el local sigilosamente por la parte de atrás del edificio. Le acompañaba el bolso con el dinero y las llaves del mercedes benz.
Dos horas después Tatiana estaba en la capital , en el departamento de lujo que le había montado Elías y que a ambos le servía para compartir sexo.
Por las dudas Tatiana separó 300 mil dólares en fajos de cien y los guardó en el fondo de una caja de libros que nunca habían arreglado en los libreros por aquello de la falta de hábitos de lectura. Nadie sabía cuanto dinero había en el bolso, excepto Sebastián y éste estaba fuera de juego.
Tatiana conocía por dentro a la mafia de los balkanes, porque ahí se había iniciado y tenía claro que al igual que los amigos de Elías hoy te aman y mañana te matan.
Llegó Elías y comenzó el recuento. Lo hicieron dos veces. Había 700 mil dólares. En realidad era un millón, pero los restantes 300 mil estaban en manos de Tatiana.
Elías no paraba de acariciar y besar a Tatiana mientras hacían apasionadamente el sexo. Es que Tatiana se había anotado un cien y merecía su recompensa pensaba Elías en su retorcido mundo de muertos y degollados.
La primera fase del plan había consistido en la seducción a Sebastián y se había logrado con éxito. La segunda, que era la captura del bolso también y ahora iban por la tercera que consistía en la llamada de Elías a Sebastián para que asistiera a determinado lugar, que posteriormente se sabría que era su propia cabaña si es que      quería recuperar sana y con vida a Tatiana. Ella según le informó telefónicamente en este momento la tenemos como rehén, y tenga cuidado de no cometer el error de avisar a la policía porque ni ella ni usted saldrán con vida y colgó.
Así fue que un emisario pasó recogiéndolo media hora después y lo llevó en una moto a su propia cabaña. Al abrir la puerta se encontró con tres sujetos con las caras cubiertas con pasa montaña que le neutralizaron. Le hicieron quitarse los zapatos y toda la ropa. Luego  le entregaron otra que había sido elegida por Tatiana.
De inmediato pasó a entrevistarse con Elías el que le planteó la información que tenían y la seguridad que el era quien les había robado el dinero de la avioneta. No obstante, Elías no tenía prisa por el dinero así que lo quería era que el night club le fuera regresado a ellos que eran sus legítimos dueños. Ya tenían el acto de compra venta y sólo faltaba la firma de Sebastián.
Sebastián con lujo de prepotencia les respondió que sobre eso no había negociación y que no se hablara más del tema. Elías muy calmo le respondió y entonces don Sebastián que es lo que vamos a hacer con Tatiana. Un profundo silencio se hizo, y fue roto por los mismos mafiosos que  no andaban con medias tintas. Pase por aquí Don Sebastián, y acto seguido entró en su propio dormitorio. Ahí estaba Tatiana de pie, con un grillo en cada muñeca amarrada de unos grandes clavos que estaban clavados en la pared de madera.
No tenía brazier, ni blusa, solo calzones, que más bien eran como le dicen, un hilo dental.
Por supuesto que su belleza espectacular deslumbrada en toda su magnitud.
A partir de ese momento le pusieron esposas a Sebastián el que estaba rojo como tomate. de furia. Tatiana actuaba de manera increíble, lloraba al ver a Sebastián y le pedía que no permitiera que aquellos sujetos le fueran hacer algo malo. Te lo pido en nombre de tu madre, no me abandones en mano de estos degenerados.
En la otra esquina, sin más ni más Elías se quitaba la ropa y con el pene erecto se dirigió a Tatiana y comenzó a pasárselo por entre las piernas, aun por encima del hilo dental. Ella seguía lloriqueando  rogando a su Sebastián que cooperara con ellos.
Un asistente de Elías le extendió la escritura para que Sebastián la firmara, pero éste la botó al suelo. En ese momento aumentó la presión sobre Tatiana, y Elías de un solo manotazo le arrancó el calzón por lo que Tatiana más  lloriqueaba. Eso lo desesperó a Sebastián dado que no podía permitir que esto pasara a más
Traiga ese papel y diga donde le firmo y efectivamente firmó sin leer, cediendo la propiedad de su night club a un testaferro provisorio que era nada menos que Tatiana.
Las cosas se calmaron, y todo casi volvió a la normalidad. A Sebastián no le interesaba demasiado la pérdida de esa propiedad porque tenía dinero suficiente para hacer inversiones de mayor envergadura, incluso estaba pensando hacerlo fuera del país.
A esta altura lo que más le importaba era que había salvado a su amada de una segura violación por parte de estos sujetos.
Oficialmente los mafiosos habían secuestrado a Tatiana y habían robado de la silla el bolso con dinero.
Precisamente sobre el origen de ese dinero fue la conversación que tuvo a  continuación Sebastián con el Asistente de Elías. Mientras tanto en la habitación de al lado había una colchoneta en suelo y ella sirvió para que esta vez si fuera de verdad el acto sexual entre Elías y Tatiana. Además que Elías estaba super contento con la actuación de Tatiana.
Los mafiosos abandonaron la cabaña discretamente y finalmente quedaron frente a frente Sebastián y Tatiana. Ella nuevamente fingió y le agradeció mil veces la actitud valiente que tuvo ante los sicarios. Nuevamente mentía y nuevamente él se lo creía.
Sebastián sólo se limitaba a decir que había hecho lo correcto para salvar el honor de  su bien amada, y así se lo planteó una y otra vez en la conversación que tuvieron en la cabaña. No obstante Tatiana estaba algo disgustada ya que su secuestro había sido por culpa de él por haberse quedado dormido y que seguro que había andado con otra de las bailarinas y quien sabe que le habían hecho, ya que algunas de ellas le tenían envidia.
Desde ese momento la relación entre Tatiana y Sebastián fue algo tensa, sin llegar a extremos, pero, Tatiana no dejaba de mostrar su contrariedad. Es decir, era como una especie de frustración y rencor de parte de Tatiana (por supuesto que fingido). De paso comenzó a argumentar que el trauma del secuestro le había quitado toda motivación para mantener relaciones sexuales, y con mucha calma le decía a Sebastián que fuera comprensivo  que las cicatrices solo se curan con el tiempo.
Elías tenía el pleno convencimiento que recuperarían el dinero. En esta oportunidad no le dieron ninguna información a Tatiana porque tenían elementos que le indicaban que no se debía confiar demasiado en ella.
Aunque pareciera insólito decidieron secuestrar a los 1500 gallos de  doña Adela. Una mañana, al amanecer aparecieron corriendo en el patio, saltando cercas y eludiendo perros un comando de 8 sujetos enmascarados portando pistolas de grueso calibre y gas pimienta y procedieron a esposar a todos los presentes incluyendo a Tatiana.
Luego llegaron cuatro inmensos tráiler y ahí cargaron los 1500 gallos con jaula y todo para no perder el tiempo y partieron raudamente hacia la parte más selvática de la finca más cercana de Doña Adela. Ahí procedieron a largarlos en medio de la maleza. A los pobres gallos les esperaba un futuro incierto de soledad, ya que nunca habían estado en contacto con la naturaleza y sólo se alimentaban de comidas concentradas, y agua de botellón. Los pobrecitos lo único que atinaban era a cantar, cantar, batir las alas y dar pequeños saltos en medio de la maleza.
El sadismo forma parte intrínseca de estos sujetos, de manera que no perdieron la oportunidad de realizar rápidamente en mini torneo de tiro al blanco resultando ganador el asistente de Elías que se había integrado para garantizar el secuestro de Sebastián y Doña Adela.
Esta vez las cosas se habían complicado por el secuestro de Doña Adela junto a sus gallos, cosa que por otra parte ella no entendía el motivo del secuestro.
A sus 79 años y en su silla de ruedas, con una sola pierna y un solo brazo, por las mordeduras del pitbull, doña Adela lucía demacrada. Completaba el cuadro frente a ella Sebastián esposado y amarrado. El pobre Sebastián aún tenía cabeza para pensar si no le habría pasado algo malo a su bien amada. Ella en realidad estaba recostada oyendo música en uno de los asientos del helicóptero que esperaba en el patio  de la cabaña.
La pregunta de siempre dirigida a Sebastián, hecha una sóla vez por Elías.¿Dónde está el dinero que nos robaste?. La respuesta de Sebastián fue como si no fuera con él, diciendo que no sabía de lo que le estaba hablando.  La mirada de Elías hacia su asistente era nada menos que una orden. De inmediato el Asistente le partió la pierna sana a Doña Adela con un tiro con escopeta de cañón recortado. Saltaron pedazos de carne y huesos para todos lados .
De inmediato Doña Adela se desmayó en medio de un charco de sangre. Nooooooo, noooo gritaba Sebastián a ella nooooo. Déjenla en paz que les voy a decir en que parte de la otra finca escondí el dinero. Efectivamente hacia allá se dirigieron en el otro helicóptero y más tarde regresaron con un quintal de dólares.
Pronto partieron los helicópteros y en la cabaña se quedó Sebastián con el drama de doña Adela que había muerto desangrada.
En el helicóptero de Elías iba gozando de alegría Tatiana, con el sabor de la misión cumplida. Lo que no sabía Tatiana era que una cámara había captado el momento en que escondía los 300 mil dólares en la caja de libros, por lo que como es obvio su suerte estaba echada.
Al pasar por la finca de Doña Adela, Elías le dijo, vení amor, hagamos un brindis al pasar por la gallera sin gallos, ja, ja, ja. Ese fue el momento que aprovechó para empujar a la desprevenida Tatiana por la puerta del helicóptero.
Allá abajo quedaron sus restos, aplastada en el cemento de la entrada de la finca cerca de las jaulas solitarias de los gallos  y a pocos metros de la emblemática jaula vacía de la lapa en donde apareció la cabeza con los dientes quebrados de Don Fermín.
Dos días después de sepultada Doña Adela y Tatiana un grupo de 150 pobladores de un asentamiento cercano desbalijaron la casa de Doña Adela. Mataron a pedradas a unos 50 gallos de descarte que aún estaban ahí, y sacrificaron seis caballos puros para llevarse su carne en sendos carretones halados por ellos.
Sebastián estuvo en la vela y el entierro y luego desapareció sin dejar rastros aunque se presume que se suicidó en la profundidad de la montaña.
Ahora que he regresado a mi finca después de estar varios años en el exterior, oigo a la gente que ha dado en llamarle “la casa maldita” y parece que son consecuentes con ese temor porque nadie se atreve a pasar más allá del portón de entrada en donde hasta el día de hoy (diez años después) está la jaula de la lapa vacía, como siempre, como esperando otra cabeza con dientes quebrados.
A la soledad de los gallos en la selva se agrega la superstición de los vecinos que en ciertas noches en medio de la oscuridad dicen que se oye el canto  de cientos de gallos en la casa de doña Adela.
Cuando los miro con ojos incrédulos aparecen otros vecinos queriendo darle una explicación más filosófica al asunto argumentando que eran las maldades de don Fermín las que controlaban hasta el aire que respiraban y para muestra un botón-decían- que las tierras entregadas por doña Adela a los 23 hijos de don Fermín están todas en poder de otros dueños, ya que por diversos y a veces extraños motivos las fueron vendiendo.
Cuando todo parecía finalizado, apareció un anciano que trabajó durante 30 años con doña Adela. Dirigiéndose con toda seguridad hacia mi porque le conocía de años me dijo de manera contundente. Mire amigo Dios es grande y el tenía conocimiento que muchos de esos hijos de don Fermín eran fruto de violación que éste había cometido a muchachitas que eran casi niñas. Así que lo que es del diablo el diablo se lo lleva, y usted sabe que eso es asi, amigo, repetía una y otra vez.
Cuando ya me retiraba vi en el cielo un halcón que con magistral agilidad capturaba una paloma, y del zarpazo le arrancó abundante sangre. Para comerla más cómodo se posó en un poste de luz al que le había caído un árbol encima y aquello fue fulminante, el halcón quedó electrocutado en el acto. A mi me impactó realmente, respiré profundamente para recuperarme, me monté en el carro y regresé a la ciudad con mucho más prisa de la que me había traído a visitar antiguos amigos. Al descender del carro aún tenía presente la sangre de la paloma cayendo sobre el cable la que aún después de muerta derrotó al halcón. Extraño mensaje, me dije para mis adentros. Para no volverme a complicar la vida ahora es mi hijo el que visita semanalmente la finca.





















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